14 marzo 2010

Beethoven: Sonata "La Primavera"



Esta Sonata podría ser muy bien la más luminosa de todas las que compuso Beethoven para violín y piano, sin que ello implique que la concibiera a la ligera: los célebres primeros compases, por ejemplo, le exigirían mucho trabajo. Por esto debemos contemplarla muy seriamente. Desde la opus 12, una nueva complejidad arropada por una maestría igualmente renovada va haciendo realidad las tempranas promesas y bosquejando el futuro. La sonata "La Primavera" da testimonio perfectamente de este equilibrio.

El tema pricipal del primer movimiento presenta un carácter muy schubertiano: no solamente por su frescura y suavidad, sino también por la expresividad que vuelca Beethoven en él; por ejemplo, en sus cadencias. Pero, pese a todo, se trata de un tema tan claramente "tipo" que, aparte alguna que otra ingeniosa transformación -particularmente en la coda- el compositor destina todo lo que es esencial de su trabajo creativo al segundo tema y a los motivos que le acompañan.
Este segundo tema es particularmente característico: un trazo en semicorchea que concluye en blanca anunciado con todo boato por el registro alto del violín. Más importantes todavía, son quizás, las terceras descendentes, con su ritmo punteado, con el cual el tema arranca: estos fragmentos, sus variantes (intérvalos invertidos, por jemplo), el intervalo ciertamente sorprendente de la figura central son los soportes de este dinamismo latente, de esta plasticidad del movimiento que siempre Beethoven cuidó de exprsar. Hasta la reexposición, estos diferentes elementos resultan fáciles de observar. Pero lo que realmente resulta notable es el hecho de que la perfecta elaboración del primer tema excluye su reaparición como un mero y agradable episodio, pues ello correría el riesgo de introducir una falla en la estructura del conjunto. No obstante, su perfil, su silueta, reaparece constantemente; a veces, incluso su hechura toda, pero ya ilusivamente transformada.



Los restantes movimientos son ya, como es usual, menos complejos pero tan llenos de interés que resulta difícil saber por dónde empezar.
El oído menos atento descubrirá, después de algunas audiciones, la sutil semejanza que el simple tema del segundo movimiento presenta con el motivo de la apertura del primero: tempo, tonalidad, carácter y tratamiento (los dos instrumentos adornan delicadamente sus respectivas exposiciones) revelando que aún siendo todo inmensamente diferente, los caracteres semejantes son, sin embargo, claramente visibles.
En el Scherzo, algunos acordes insospechados parecen quebrar el habitual plan armónico y este artificio, ligado a un tema festivo, da al movimiento un aire desenfadado, actitud contrapesada solamente en el episodio Trío, en el que los dos instrumentos intercambian escalas mutuamente y replicándose en breves y agudos epigramas.
Tras este torneo violín-piano, se queda uno extrañamente sorprendido al encontrarse con un garboso Rondó cuyo tema parece ostentar la expresión de alguien que hubiera gastado una broma afortunada. Los sostenidos del violín imprimen una cierta amable respetabilidad al conjunto, pero si la viveza del primer movimiento se repite, su misterio,en cambio, ha desaparecido. El tema, radiante de un humor sin sutilezas, aparece bajo las formas más insospechadas, como la de una figura de bajo en el piano, por ejemplo.


Beethoven, Sonata para violín y piano nº 5 "La Primavera". David Oistrakh, violín

1 comentario:

jgmondragon dijo...

Pero que se puede comentar ante semejante belleza de musica. Que par de profesionales la interpretan; y que gratos recuerdos nos trae a la mente esta musica. Muchas gracias por este dadivoso regalo.