Max Bruch compuso entre 1864 y 1866 su Concierto para violín nº 1 en sol menor, op. 26. Tenía entonces veintiocho años y recientemente había aceptado el puesto fijo de Director de Música de Coblenza, después de haber ejercido como profesor y director de orquesta. El Concierto se interpretó en público por primera vez el 24 de abril de 1866 durante un Festival en Baja Renania, con Otto von Königslow como solista y la dirección del mismo Bruch.
Más adelante fue revisado en profundidad con la colaboración de Joseph Joachim, que también había asesorado a Brahms con su concierto para violín. La nueva versión, dedicada a Joachim, pudo escucharse el 7 de enero de 1868 en la ciudad de Bremen, con el famoso violinista como intérprete y Karl Rheinthaler en la dirección.
Inmediatamente el concierto fue reconocido y admirado como uno de los mejores y más bellos que se habían escrito para áquel instrumento. Su gran riqueza lírica y melódica, la claridad de su estructura, su brillantez y virtuosismo combinados con una gran expresividad, nos ofrecen una atmósfera de sutil refinamiento que justifica la gran popularidad de que ha gozado por parte de solistas y público desde el día de su estreno hasta el momento presente.
Bruch, en principio muy satisfecho por aquel éxito, al cabo de los años llegó a incluso a pedir que se prohibiera su ejecución, quejándose de que todas sus otras composiciones quedaban oscurecidas por el famoso Primer Concierto y a él sólo se le conocía por ser el autor del mismo.
Vista de Bremen a mitad del siglo XIX
En 1870, Bruch se instaló en Berlín, donde volvió a trabajar como profesor de música. En 1880, a los 42 años, se casó con una cantante, con la que tuvo cuatro hijos. Fue nombrado en ese mismo año director de la Orquesta Filarmónica de Liverpool, en Inglaterra, donde permaneció tres años y escribió su obra concertante para violonchelo y orquesta Variaciones sobre el Kol Nidrei, dedicada a la comunidad judía de la ciudad. A continuación dirige la orquesta de la ciudad de Breslau (entonces Alemania), hasta que se hace cargo en 1891 de la dirección de la escuela de composición en Berlín. En los años siguientes, Bruch es distinguido en repetidas ocasiones y recibe el título de profesor honoris causa por las universidades de Cambridge y de Berlín.
En 1910, cuando tenía 72 años, decidió retirarse de sus cargos públicos y dedicarse por entero a la composición. Sin embargo, al final de la Primera Guerra Mundial, se encontró en muy precaria situación económica al dejar de cobrar sus derechos de autor a cáusa de las caóticas condiciones económicas que imperaban.
Bruch había vendido la partitura de su primer concierto para violín al editor Simrock por un pequeño importe estipulado, aunque conservando una copia original para sí mismo. Para tratar de obtener algún dinero, envió la partitura autógrafa de su concierto al duo de pianistas Rosa y Ottilie Sutra (para las cuales había escrito su concierto en La bemol para dos pianos y orquesta, op. 88) a fin de que la vendieran en Estados Unidos, pero Bruch falleció en 1920 sin haber recibido ningún importe.
Las hermanas Sutra afirmaron haber vendido la partitura, aunque nunca quisieron revelar el nombre del comprador, y que remitieron lo obtenido al compositor, aunque éste lo recibió en papel moneda alemán sin valor. En la actualidad la partitura autógrafa se conserva en la Biblioteca Pública Pierpont Morgan de Nueva York.
Durante su vida Max Bruch fue un compositor reconocido y muy respetado en su país, Alemania. Sin embargo después de su muerte y con las nuevas corrientes musicales del siglo XX, su nombre y su obra quedaron poco menos que olvidados a excepción del famoso concierto.
El primer movimiento es inusual, ya que se trata de un Vorspiel, un preludio, que empieza lentamente con dos golpes pianissímo de timbal y el anuncio de la melodía por la flauta. Sigue a continuación un tema que se repetirá varias veces durante todo el concierto, en forma de diálogo entre el violín y la orquesta. Rápidamente se resuelve en el tema principal, donde se puede apreciar el virtuosismo del solista. Una serie de trinos (alternancia rápida de la nota base y la siguiente en la escala) conducen hacia el canto melancólico del violín en una especie de contradicción entre dramatismo y alegría. Las variaciones sobre el motivo dominante, bien con la orquesta, bien con el violín, o con los dos a la vez, conducen al clímax del movimiento, con una brillantez y esplendor brahmsiana. Aparece ahora la cadencia, finalizando en un pianíssimo que se encadena con el inicio del segundo movimiento.
El segundo movimiento, el lírico Adagio, es apreciado como uno de los mejores movimientos lentos de todos los conciertos escritos para violín. Considerado el corazón de la obra, se estructura sobre un tema muy simple pero efectivo por su cantabilidad melódica. Intimo y sensible, el mismo se verá repetido diversas veces, ornamentado de forma diferente durante todo el desarrollo, para permitir apreciar la profundidad de los sentimientos que se albergan en su música.
El Finale es un Allegro enérgico en el que Bruch utiliza temas extraídos del folklore popular con un estilo festivo y vivaz y aires de cierta grandeza. Aquí vuelve a deslumbrar el virtuosismo y brillantez de la parte solista, con un pletórico acompañamiento orquestal. El segundo tema es un buen ejemplo de romántico lirismo: una melodía lenta que corta el movimiento varias veces, antes de que retorne la danza con sus fuegos de artificio.
Bruch ofrece su mejor faceta como orquestador, desarrollando un movimiento desenfadado y alegre, con constantes cambios de tono de mayor a menor sobre la misma melodía. El concierto acaba con un Presto final fogoso y progresivo del solista y toda la orquesta.
Frederieke Saeijs, premio Long-Tibaud 2005, nos ofrece una magnífica interpretación del Concierto para violín nº 1 de Max Bruch
Maravilloso concierto. No conocía los pormenores que aquí nos descubres, la "historia íntima" de esta pieza. La versión elegida, otro acierto. ¡Muchas gracias!
ResponderEliminarHola, Quinoff. Este Concierto es uno de mis favoritos. Fue una lástima que Bruch vendiera la
ResponderEliminarpartitura a Simrock y no cobrase regalías durante su vida, para morir ya octogenario en la
pobreza.
Aquí otra interesante versión (lo pegas en "buscar" de You-tube porque no me deja enlazar la página correcta):
Leila Josefowicz - Bruch 1st Violin Concerto (part 1)
La verdad, no pocos creadores notables fueron pésimos administradores de sí mismos, quedando a merced de los editores o de las múltiples penurias de la vida. Boccherini, Schubert, Sibelius... ahora Bruch.
ResponderEliminarGracias por el link: Josefowicz me pareció superior! Briosa y emocionalmente abierta. Por otra faceta, más introspectiva y de emociones contenidas, me gusta mucho la interpretación de Sarah Chang:
http://youtu.be/y2gPyMpj3QU
Sara Chang es una gran violinista, al nivel de los grandes. Leila Josefowicz fue niña prodigio
ResponderEliminary tocó muy joven con grandes orquestas, sólo me desagrada sus contínuas expresiones mientras interpreta.
Puestos a citar versiones, también se encuentran en You-tube las de Perlman y Joshua Bell, sin duda superiores.
Si elegí el vídeo de Frederieke fue por tratarse de una violinista poco conocida que, en mi opinión, hace una interpretación excelente con la que obtuvo el prestigioso premio Long-Thibaud.
Saludos!
Hola!
ResponderEliminarMe gustaría saber la bibliografía utilizada para realizar el artículo, ya que soy estudiante y tengo que hacer un trabajo sobre Max Bruch y su Fantasía Escocesa y me gustaría citar una parte del artículo, debo insertar una nota a pie de página con la bibliografía utilizada, asi que si pudiera facilitármela, se lo agradecería!
Los datos para escribir la entrada me parece recordar que los encontré en wikipedia. Te dejo los enlaces porque allí encontrarás la bibliografía. También es posible que la información de la wiki te sea más útil.
ResponderEliminarhttp://es.wikipedia.org/wiki/Max_Bruch
http://es.wikipedia.org/wiki/Concierto_para_viol%C3%ADn_n.%C2%BA_1_(Bruch)