30 junio 2008

Beethoven: El Concierto nº 4

En nuestra última entrada comentamos que junto a la Sinfonía nº 5 de Beethoven se estrenaron también otras obras. Una de ellas era el magnífico Concierto nº 4 en sol mayor, opus 58.

Es en sus conciertos, donde el gran compositor demuestra una mayor inquietud en la búsqueda de innovaciones y significados ajenos a los de la música en sí misma. Evidentemente se trata de composiciones de extraordinaria perfección formal y técnica, en las que su autor evidencia su preparación, así como su inspiración y poderosa personalidad.



El Theater an der Vien, en Viena (Austria) donde se estrenaron importantes obras de Beethoven

Este Concierto es el preferido de buen número de profesionales y aficionados, quizá por considerarlo como el más conseguido como Concierto para piano y orquesta entre todos cuantos su compositor creó (cinco en total) y si bien no puede decirse que existan verdaderas razones para justificar esta preferencia, es muy posible que sea en éste en el cual Beethoven muestra de una manera más clara su dominio de la forma y señala de un modo más patente su personalidad.

El cuarto concierto fue compuesto hacia 1805, (aunque no se conserva partitura autógrafa del mismo) y estrenado por Beethoven como solista en un concierto privado dado en marzo de 1807 en el palacio de su mecenas, el príncipe Lobkowitz. Un comentario en el Allgemeine Musikalische Zeitung de mayo de 1809 dice: "este concierto es el más admirable, singular, artístico y complejo concierto que Beethoven haya escrito" y Emil Ludwig, el más importante biógrafo de Beethoven, lo considera también "el más perfecto concierto para solo instrumento jamás compuesto". A pesar de esto, después de su estreno la obra quedó olvidada hasta que en 1836 el también gran compositor Felix Mendelssohn, lo volvió a dar a conocer.

El piano de Beethoven, que se conserva en Viena


PRIMER MOVIMIENTO: Allegro moderato

El movimiento inicial (Allegro moderato) es comenzado por el piano solista, quien da entrada, tras una breve introducción, al conjunto orquestal. Y, a partir del principio mismo, se inicia una serie de combinaciones en la mayor parte de las cuales el piano y la orquesta acompañante dialogan en un plano de aboluta igualdad dentro de un conjunto de gran belleza melódica, a lo largo de todo el cual trasciende, a pesar del animado ritmo general, un sentimiento notable que no falta en ningun momento de la obra. Y que puede señalarse incluso en la cadencia, donde, aún concediendo cierta beligerancia al virtuosismo del solista, no llega nunca a perderse la característica general de la composición, a pesar de la considerable longitud de esta parte, que desemboca en una nueva intervención de la orquesta secundando al pianista en una forma que continúa hasta la conclusión del movimiento.



SEGUNDO MOVIMENTO: Andante con moto

Es la orquesta la encargada de presentar el primer tema del segundo movimiento (Andante con moto), dando muy pronto entrada al solista y dialogando con él en un conjunto de perfecto equilibrio y notable lirismo, características que perduran a lo largo de toda esta parte y hacen de ella una de las páginas más admirables entre cuantas Beethoven compuso, constituyendo un verdadero modelo de lo que debe ser un movimiento lento de un concierto para piano y orquesta. Un tema central de gran sentimiento señala un momento que podría ser calificado de excepcional si, en realidad, no lo fuera la totalidad de la obra, en un pasaje donde el piano tiene un papel sobresaliente -aunque totalmente alejado de virtuosismos excesivos y superficiales- para terminar con otro corto y suave diálogo entre el solista y el conjunto orquestal.

Beethoven junto a su piano

TERCER MOVIMIENTO: Rondó

Concluye la obra con un maravilloso y animado "Rondó" de vibrante ritmo, iniciado por la orquesta para dar rápidamente entrada al solista, en un conjunto equilibrado y brillante que nos trae con frecuencia el recuerdo del movimiento final del Concierto nº 1, aunque quizás aquí con una mayor madurez y agilidad. En este fragmento se muestra una vez más claramente la fuerte personalidad de Beethoven, así como su inagotable inspiración, el completo conocimiento que poseía de todos y cada uno de los instrumentos y las intenciones e ideas claras que tenía y sabía, en todo momento, desarrollar a la perfección. Claramente expuestas tanto en las partes en las que intervienen solista y orquesta, como en la original y brillante cadencia que figura asimismo en este movimiento y desemboca en el extraordinario final donde intervienen, en una forma magistral y brillante que se presta al máximo lucimiento de todos, pianista y conjunto orquestal.


Ludwig van Beethoven, Concierto nº 4 en sol mayor, op. 58. Krystian Zmerman y la Orquesta Filarmónica de Viena.Dirige Leonard Bernstein.

1 comentario:

Gabriela dijo...

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