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18 mayo 2018

Mozart, Concierto para violín nº 5 (K219)




El Concierto para violín núm. 5 en La mayor, K 219, con frecuencia conocido con el sobrenombre de "El turco", se cree que fue compuesto por Mozart en 1775 y podría haberse estrenado durante la temporada de fiestas de aquel mismo año en Salzburgo. De ello se desprende  por la típica estructura de movimientos alternantes rápido-lento-rápido.

Mozart compuso la mayoría de sus conciertos para instrumentos de cuerda entre 1773 y 1779, pero hasta al momento, no se sabe con certeza para quién, ni para qué ocasión fueron escritos. De la misma manera, la fecha de creación de estas obras no está clara. Los análisis de la escritura y de las filigranas del papel han demostrado que la datación de los cinco conciertos para violín no son reales. Al parecer, Mozart cambió el año de la composición del quinto concierto -que originalmente era de 1775- y la substituyó por 1780, y, más tarde, volvió a rectificar a 1775, deconociéndose los motivos que tuvo para hacerlo. La partitura autógrafa se conserva en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en Washington D.


Violin de Mozart
Cada uno de los conciertos de violín de Wolfgang Amadeus Mozart es más largo y épico que el precedente y en el momento de escribir el último, el No. 5 en La mayor, K. 219, Mozart había logrado crear algo muy parecido a lo que seria el concierto instrumental del siguiente siglo.

Aunque la pieza en sí está claramente dentro de la tradición clásica del concierto de cámara, su duración, escala y el grado de sus demandas técnicas marca el trabajo como algo nuevo para el violín. Muchas obras con iguales o mayores exigencias ya habían sido compuestas por aquel entonces, pero ninguna de ellas ha sobrevivido a la prueba del tiempo, y ciertamente ninguna es tan formidable como ésta, razón por la que acostumbra a recibir tanta atención de musicólogos e historiadores, a semejanza de las joyas de la corona del catálogo de conciertos de piano de Mozart.

El escenario dramático del Concierto No. 5 es realmente impresionante: es casi una ópera en forma de concierto, con el solista como protagonista. Un caballo de batalla del repertorio estudiantil y un elemento básico para los profesionales del violín.

Mozart con la Espuela de Oro
Escrito para dos oboes, dos trompas y cuerdas, en La mayor, una tonalidad que Mozart no volvería a utilizar en un concierto hasta 1782 en el K.414 para piano y orquesta, consta de los tres clásicos movimientos y las indicaciones para los mismos son:

Allegro Aperto - Adagio - Allegro Aperto
Adagio
Rondeau - Tempo di Minuetto

La indicación de Aperto en el primer movimiento es muy poco habitual en la música instrumental del compositor, no en cambio en sus obras operísticas. Esto implica que la pieza ha de ser comprendida en un contexto más amplio, con más majestuosidad que la de un simple Allegro.

El primer movimiento se inicia con la orquesta presentando el tema principal, una melodía típica de Mozart. El solo de violín llega con un breve pero dulce adagio, con un sencillo acompañamiento de la orquesta. A continuación, se combina el tema principal con el solo de violín, que interpreta una melodía diferente que destaca sobre la orquesta. La duración del primer movimiento es de unos 10-11 minutos. Mozart compuso más tarde el Adagio para violín y orquesta, K.261 como sustituto del movimiento lento original. El Rondó final es un minuetto recurrente. En la parte central hay un cambio de compás de 3/4 a 2/4 y aparece la música de carácter turco, motivo por el cual el Concierto ha recibido el sobrenombre de "El turco".


15 mayo 2012

Dvorak, Concierto para violín



En enero de 1879, el conocido editor musical Fritz Simrock escribió a Dvorak una carta en tono amigable diciéndole: ¿Usted me escribiría un concierto para violín? Francamente original, rico en cantinelas y para ser interpretado por buenos violinistas ... hágame saber su respuesta, se lo ruego! El compositor aceptó de muy buen grado la petición, pues había estudiado aquel instrumento y tocado el violín profesionalmente como un medio más de subsistencia. Durante el verano comenzó a trabajar en la obra y en diciembre ya estaba terminada. Gran admirador de Joseph Joachim a quien había conocido el año anterior, Dvorak le dedicó su concierto, enviándole una copia para conocer su opinión.

Violinista famoso, director de orquesta, compositor y profesor, "Herr Doktor" Joachim era una figura eminente en el mundo de la música del siglo XIX, habiendo asesorado también a Johannes Brahms y Max Bruch en la composición de sus conciertos para violín. Su respuesta fue que estaba satisfecho con las muchas auténticas bellezas de su trabajo, y sería un placer para él llevarlo a cabo. Sin embargo, más adelante comenzó a poner objeciones y a sugerir cambios importantes en la estructura musical y la orquestación, quejándose de que algunos pasajes eran "demasiado difíciles de tocar", "la orquesta... suena demasiado fuerte... "


Joseph Joachim

Para medir la importancia que Dvorak concedía a la opinión del violinista baste observar las numerosas rectificaciones que hace bajo su consejo. En 1880 Dvorak escribe a Simrock: "A su demanda (de Joachim) yo he rehecho todo el concierto, sin dejar detalle, la obra entera está tomando un nuevo aspecto. A usted sin duda le complacerá, para mí ha sido un trabajo penoso".
Aún así, Joachim que era un clasicista, no estaba satisfecho. Al parecer le disgustaban detalles poco tradicionales e importantes como el inicio del primer movimiento, la falta de la "cadencia" y el paso directo al segundo y la excesiva repetición temática en el tercero. Pero Dvorak tenía sus propias ideas sobre su concierto, de modo que trancurrieron más de tres años sin que ambos se pusieran de acuerdo, sino más bien lo contrario. Con motivo de un espectáculo musical, Joachim invitó a Dvorak a visitar Berlín y allí se encontraron a un representante de la editorial Simrock que también se creyó con derecho a hacer sus propias críticas al concierto, con lo cual la paciencia del compositor se agotó, exigiendo su publicación tal como estaba.


El Teatro Nacional de Praga


El Concierto en La menor,op.53 para violín y orquesta de Dvorak, fue estrenado el 14 de octubre de 1883 en el Teatro Nacional de Praga, interpretado por el joven violinista Frantisek Ondricek y el compositor dirigiendo. El mismo solista también lo estrenó el 12 de diciembre en Viena y más tarde Londres.
El concierto para violín de Dvorak fue desde su estreno uno de los más famosos e interpretados a finales del siglo XIX, juntamente con el de Max Bruch, superando incluso al de Johannes Brahms, por supuesto superior a ellos, pero más difícil de tocar y asimilar por el público. Hoy en día sigue siendo una obra importante en el repertorio de violín. La estructura del concierto es la clásica de tres movimientos rápido-lento-rápido. El segundo movimiento es el más famoso por su precioso lirismo.
Joachim nunca llegó a tocar el concierto para violín de Dvorak, ni tampoco hizo comentarios públicos acerca del mismo.


Paisaje de Bohemia por Caspar David Friedrich

Allegro ma non troppo


El primer movimiento se distingue en diversos aspectos de la forma sonata habitualmente empleada en los primeros movimientos de los conciertos. Mientras que la exposicion de los temas es tradicionalmente confiado a la orquesta y el solista no hace su entrada hasta más tarde, aquí los dos se encargan de exponer de inmediato el material temático. El movimiento está dominado por un tema principal bipartito de carácter apasionado expuesto por el tutti orquestal primero y luego continuado por el violín solista. El desarrollo tradicional es reemplazado por una alternancia de pasajes, con una estructura que se parece más al rondó, sin la tradicional "cadenza" y una reexposición apenas sugerida que conduce directamente al segundo movimiento.
Adagio ma non troppo.

El movimiento lento muestra una inspiración melódica muy bella. El primer tema tiene el carácter de un solemne coral, mientras el segundo es más lírico, resultando el desarrollo con la combinación de ambos de una serena y exquisita belleza. En este movimiento, el tema principal en registro grave confiado al violín, puede ser una manera de repuesta a la demanda de Simrock, que prefería los temas especialmente "cantabile".
Finale: Allegro giocoso ma non troppo

El elemento "nacional" tan caracteristico de la música de Dvorak se muestra particularmente en evidencia en el el movimiento final, donde el compositor recurre a dos formas típicas del foklore checo: la furiant una danza tradicional y la doumka, un canto tradicional.

Dvorak Violin Concerto, by Chung Kyung-Wha, Chailly, RSO Berlin (1983)


12 junio 2011

Max Bruch, Concierto violín nº 1




Max Bruch compuso entre 1864 y 1866 su Concierto para violín nº 1 en sol menor, op. 26. Tenía entonces veintiocho años y recientemente había aceptado el puesto fijo de Director de Música de Coblenza, después de haber ejercido como profesor y director de orquesta. El Concierto se interpretó en público por primera vez el 24 de abril de 1866 durante un Festival en Baja Renania, con Otto von Königslow como solista y la dirección del mismo Bruch.
Más adelante fue revisado en profundidad con la colaboración de Joseph Joachim, que también había asesorado a Brahms con su concierto para violín. La nueva versión, dedicada a Joachim, pudo escucharse el 7 de enero de 1868 en la ciudad de Bremen, con el famoso violinista como intérprete y Karl Rheinthaler en la dirección.

Inmediatamente el concierto fue reconocido y admirado como uno de los mejores y más bellos que se habían escrito para áquel instrumento. Su gran riqueza lírica y melódica, la claridad de su estructura, su brillantez y virtuosismo combinados con una gran expresividad, nos ofrecen una atmósfera de sutil refinamiento que justifica la gran popularidad de que ha gozado por parte de solistas y público desde el día de su estreno hasta el momento presente.
Bruch, en principio muy satisfecho por aquel éxito, al cabo de los años llegó a incluso a pedir que se prohibiera su ejecución, quejándose de que todas sus otras composiciones quedaban oscurecidas por el famoso Primer Concierto y a él sólo se le conocía por ser el autor del mismo.



Vista de Bremen a mitad del siglo XIX

En 1870, Bruch se instaló en Berlín, donde volvió a trabajar como profesor de música. En 1880, a los 42 años, se casó con una cantante, con la que tuvo cuatro hijos. Fue nombrado en ese mismo año director de la Orquesta Filarmónica de Liverpool, en Inglaterra, donde permaneció tres años y escribió su obra concertante para violonchelo y orquesta Variaciones sobre el Kol Nidrei, dedicada a la comunidad judía de la ciudad. A continuación dirige la orquesta de la ciudad de Breslau (entonces Alemania), hasta que se hace cargo en 1891 de la dirección de la escuela de composición en Berlín. En los años siguientes, Bruch es distinguido en repetidas ocasiones y recibe el título de profesor honoris causa por las universidades de Cambridge y de Berlín.

En 1910, cuando tenía 72 años, decidió retirarse de sus cargos públicos y dedicarse por entero a la composición. Sin embargo, al final de la Primera Guerra Mundial, se encontró en muy precaria situación económica al dejar de cobrar sus derechos de autor a cáusa de las caóticas condiciones económicas que imperaban.
Bruch había vendido la partitura de su primer concierto para violín al editor Simrock por un pequeño importe estipulado, aunque conservando una copia original para sí mismo. Para tratar de obtener algún dinero, envió la partitura autógrafa de su concierto al duo de pianistas Rosa y Ottilie Sutra (para las cuales había escrito su concierto en La bemol para dos pianos y orquesta, op. 88) a fin de que la vendieran en Estados Unidos, pero Bruch falleció en 1920 sin haber recibido ningún importe.
Las hermanas Sutra afirmaron haber vendido la partitura, aunque nunca quisieron revelar el nombre del comprador, y que remitieron lo obtenido al compositor, aunque éste lo recibió en papel moneda alemán sin valor. En la actualidad la partitura autógrafa se conserva en la Biblioteca Pública Pierpont Morgan de Nueva York.

Durante su vida Max Bruch fue un compositor reconocido y muy respetado en su país, Alemania. Sin embargo después de su muerte y con las nuevas corrientes musicales del siglo XX, su nombre y su obra quedaron poco menos que olvidados a excepción del famoso concierto.



El primer movimiento es inusual, ya que se trata de un Vorspiel, un preludio, que empieza lentamente con dos golpes pianissímo de timbal y el anuncio de la melodía por la flauta. Sigue a continuación un tema que se repetirá varias veces durante todo el concierto, en forma de diálogo entre el violín y la orquesta. Rápidamente se resuelve en el tema principal, donde se puede apreciar el virtuosismo del solista. Una serie de trinos (alternancia rápida de la nota base y la siguiente en la escala) conducen hacia el canto melancólico del violín en una especie de contradicción entre dramatismo y alegría. Las variaciones sobre el motivo dominante, bien con la orquesta, bien con el violín, o con los dos a la vez, conducen al clímax del movimiento, con una brillantez y esplendor brahmsiana. Aparece ahora la cadencia, finalizando en un pianíssimo que se encadena con el inicio del segundo movimiento.

El segundo movimiento, el lírico Adagio, es apreciado como uno de los mejores movimientos lentos de todos los conciertos escritos para violín. Considerado el corazón de la obra, se estructura sobre un tema muy simple pero efectivo por su cantabilidad melódica. Intimo y sensible, el mismo se verá repetido diversas veces, ornamentado de forma diferente durante todo el desarrollo, para permitir apreciar la profundidad de los sentimientos que se albergan en su música.

El Finale es un Allegro enérgico en el que Bruch utiliza temas extraídos del folklore popular con un estilo festivo y vivaz y aires de cierta grandeza. Aquí vuelve a deslumbrar el virtuosismo y brillantez de la parte solista, con un pletórico acompañamiento orquestal. El segundo tema es un buen ejemplo de romántico lirismo: una melodía lenta que corta el movimiento varias veces, antes de que retorne la danza con sus fuegos de artificio.
Bruch ofrece su mejor faceta como orquestador, desarrollando un movimiento desenfadado y alegre, con constantes cambios de tono de mayor a menor sobre la misma melodía. El concierto acaba con un Presto final fogoso y progresivo del solista y toda la orquesta.



Frederieke Saeijs, premio Long-Tibaud 2005, nos ofrece una magnífica interpretación del Concierto para violín nº 1 de Max Bruch


09 enero 2010

Sibelius, Concierto violín


Jean Sibelius (1865-1957) considerado como el último gran representante de las escuelas románticas nacionalistas del siglo XIX ha contribuído decisivamente con su obra al reconocimiento internacional de la música de su país natal, Finlandia.

Una gira de la Orquesta Filarmónica de Helsinki, que termina apoteósicamente en París en el marco de la Exposición Mundial de 1900, sirve para que su actuación pueda ser conocida en distintas ciudades de otros países y poco más tarde Sibelius fue invitado a dirigir sus propias obras en Alemania, donde músicos tales como Arthur Nikisch, Félix Weingartner, Richard Strauss y Ferruccio Busoni -este último desde su puesto en Berlín desarrollaba una intensa actividad en favor del músico finlandés- mostraron un gran interés por sus composiciones.
No resulta, pues, extraño que fuese Richard Strauss el director del estreno de la segunda versión, revisada, del concierto para violín, opus 47, obra con la que Sibelius se aparta del estilo patético de la Segunda Sinfonía (con el predominante uso de instrumentos de viento) para iniciar el estilo más luminoso e íntimo de la Tercera Sinfonía, en la que predominan los instrumentos de cuerda.


La Singakademie de Berlín

Con motivo de la primera ejecución, escribe Sibelius:

"En octubre de 1905 mi concierto para violín recibió su bautismo de fuego en Alemania, en un concierto en la "Singakademie" de Berlín. La parte solista fue interpretada por Carl Halir, y la orquesta fue dirigida nada menos que por Richard Strauss. Como ejemplo de la consciencia con la que Strauss abordaba la ejecución de obras de compositores contemporáneos puede referirse que obligó a la orquesta a repetir tres veces la obra para dejar a punto la parte del acompañamiento; aunque en realidad el concierto para violín exigía tal cantidad de ensayos".

En este concierto, la orquesta, que incluye tres trombones y dos trompetas, no se halla subordinada al papel de simple acompañante y menos todavía al de proporcionar respuesta al instrumento solista, sino que posee en muchas ocasiones una entidad propia y un vigoroso desarrollo sinfónico.
Sibelius hace uso de la forma sinfónica con una extraordinaria libertad y autonomía sin romper nunca por completo el modelo formal de concierto. De este modo, en el primer movimiento, el lugar donde habitualmente se encuentra la sección de desarrollo está ocupado por la gran cadencia de instrumento solista, normalmente esperada hacia el final del movimiento.



Paisaje de Finlandia

Más aún que las innovaciones formales, son las características estilísticas del lenguaje musical las que deben suscitar el mayor interés de este concierto de Sibelius: la amplia melodía, sombría y austera, llena de melancólica tristeza, respirando el color del paisaje finlandés; la armonía estática y pesante, los ritmos vigorosos y a menudo sincopados y los originales timbres que proveen las voces graves de los instrumentos de madera.
La parte solista es tratada con eficacia y virtuosismo. Sibelius, que en otro tiempo había formado parte de un cuarteto como violinista, conocía perfectamente cómo extraer todas las posibilidades del instrumento. Todas estas cualidades aseguran para esta obra un lugar permanente entre los grandes conciertos escritos para violín.


Sibelius, Concierto para violín y orquesta, opus 47. Solista, Vadim Repin


15 noviembre 2009

Brahms: Concierto para violín y orquesta


Joseph Joachim en un dibujo de Menzel (1853)

El público inglés fue uno de los primeros que reconoció la genialidad del concierto para violín y orquesta de Brahms. El compositor no era un gran viajero debido al más prosáico de los motivos: temía el mareo y no tenía facilidad para los idiomas. Visitó Holanda y Suiza donde halló pocas, sino ninguna, dificultades de lenguaje y fue un ferviente enamorado de Italia. Pero no pudo ser persuadido a cruzar el Canal de la Mancha como hicieron Haendel, Weber y Mendelssohn. Uno de los que más se esforzaron en inducir a Brahms a visitar Inglaterra fue Friedrich Chrysander. En una carta fechada el 10 de noviembre de 1879, tras referirse a los "amigos ingleses" de Brahms, dijo: Vd. puede muy bien denominarlos así ya que han escuchado por dos veces su concierto para violín con gran inteligencia, mientras que los buenos hamburgueses todavía no sabían como tomárselo.

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La sala Gewandhaus de Leipzig


Brahms tenía 46 años cuando en 1879 el concierto para violín fue estrenado en un concierto en la sala Gewandhaus de Leipzig, con Joseph Joachim como solista y el compositor asumiendo la dirección. Por aquel entonces se encontraba en la cúspide de su carrera de compositor orquestal. Las dos primeras sinfonías y el primer concierto para piano habían sido ya escritos y las otras dos sinfonías, el segundo concierto para piano y el doble concierto para violín y violoncelo aparecieron en la década siguiente.
Brahms amaba Viena, ciudad que visitió en 1862 y en la cual fijó posteriormente su residencia. Pero también amaba sus "vacaciones veraniegas" donde quiera que fuere, algunas veces junto al mar, pero más a menudo tierra adentro, en las montañas, lagos y rios; parece ser que jamás fue tan feliz como en las vacaciones que pasó en Pörtschach, junto al lago Wörther, donde tres de sus más geniales composiciones fueron escritas en su mayor parte. Allí encontró no sólo un apacible lugar en el cual poder trabajar, sino también una sociedad, tanto local como de visitantes, que fue de su mayor agrado.


Vista de Pörtschach


Brahms se dirigió por primera vez a Pörtschach en 1877 y el resultado fue la segunda sinfonía. Regresó al año siguiente y escribió el concierto para violín. Su última estancia fue en 1879 y produjo la hermosa primera sonata para violín y piano, opus 78. Sin embargo, no volvió a aquella localidad debido a que se estaba convirtiendo -¡ya en aquella época!- en demasiado popular para los turistas.

Al principio los solistas, con la excepción de Joachim, para qien el concierto fue escrito y que fue frecuentemente consultado sobre aspectos técnicos durante su composición, contemplaban con aversión el nuevo concierto. Era "atrozmente difícil"; era un concierto "no para el violín, sino contra el violín". Posteriormente Huberman dijo que no era ni para ni contra el violín, sino "para el violín contra la orquesta, con la victoria del violín". Incluso el gran Sarasate no tuvo nada que hacer con el nuevo concierto. En la actalidad, como es natural, ha ocupado el puesto que le corresponde; junto al concierto de Beethoven se halla en la cúspide de todas las composiciones para violín y orquesta.



Movimiento primero - Allegro non troppo

El tutti inicial es de considerable extensión. Al principio, los fagotes, violas y violocencelos anuncian una serena melodía la cual se eleva para volver a descender, dentro del rango de re mayor. Sin embargo, no ha sido completamente desarrollada, cosa que tiene lugar despues de la entrada del solista. Luego aparece un motivo fluyente que primeramente se escucha en el obóe y más tarde un tema más enérgico. Todos ellos son desarrollados con considerable apasionamiento antes de que el solista entre con una cadencia en arpeggiando para restablecer el primer tema y discurrir sobre el restante material que se ha escuchado previamente en la orquesta.
Una enfática doble pausa del solista conduce al segundo motivo, tras el cual el violín nos presenta un bello tema, completamente nuevo. La música se sume gradualmente en un contemplativo pianissimo pero en última instancia la exposición finaliza de manera tormentosa a efectos de preparar el camino para la sección de desarrollo, la cual es iniciada por el solista mediante una pequeña melodía angular. El violín y la orquesta se combinan para crear una excitada culminación antes de que la cadencia sea alcanzada. Brahms no escribió su propia cadencia y la que normalmente se ejecuta es la escita por Joachim. La coda, la cual se basa en el tema incial, comienza quedamente pero culmina en una triunfal exaltación.

El lago Wörther en Pörtschach


Movimiento segundo - Adagio

El segundo movimiento es una extensa canción, una canción de paz, calma y contento pero es menos una canción para el violín con acompañamiento orquestal que una canción para la orquesta bordada por el instrumento solista. Este movimiento a menudo ha sido criticado, habíendosele tachado de demasiado leve visto el contexto general, pero Sir Donald Tovey, en su obra "Ensayos de análisis musical" pone las cosas en su lugar cuando afirma: "La razón por la cual algunos críticos han pensado que el movimiento era demasiado leve se debe a que en realidad se trata de un movimiento gigantesco".
Posiblemente, fue la propia denigración del compositor hacia este movimiento lo que dio pábulo a las críticas. Parece ser que Brahms originalmente tuvo la intención de dotar a la obra con cuatro movimientos. En una carta manifiesta que "los movimientos centrales han desaparecido y por supuesto eran los mejores" y luego añade: "En su lugar he escrito un debil Adagio". Por desgracia, nunca conoceremos estos dos movimientos ya que sin duda Brahms los destruyó como muchas otras de sus composiciones.
El tema principal del Adagio es presentado por el obóe y es de notar que desde el principio al fin del movimiento el solista no interviene de una manera completa. Hay un pasaje particularmente encantador en el cual una forma modificada de este tema es el motivo de un diálogo entre el solista y la trompa.

Movimiento tercero - Allegro giocoso ma non troppo vivace


El final es de forma de Rondó y su sabor húngaro bien puede ser un cumplico a Joachim quien era húngaro de nacimiento (y arregló algunas de las danzas húngaras de Brahms para violín solo). Tanto el primero como segundo motivo son vivaces y vigorosos y discurren entre el solista y la orquesta. Una forma más gentil y graciosa es presentada en la parte central pero pronto se reafirma la alegría general y tras una cadencia y un episodio en forma de marcha, tres acordes anuncian el final de esta magnífica composición, la cual, mientras jamás cesa en su virtusismo como objetivo primordial, impone como tributo la mayor fuerza y destreza a los más grandes violinistas.



Johannes Brahms, Concierto en re mayor, opus 77, para violín y orquesta.



20 febrero 2009

Virtuosos del violín: Christian Ferras ( 1 )

Christian Ferras: Triunfo y tragedia

Christian Ferras nace el 17 de julio del año 1933 en Touquet (Francia) y es el tercer hijo de Antoinette y Robert, los cuales trabajan como hoteleros en Pas-de-Calais durante la temporada favorable, aunque el resto del año viven en la hermosa ciudad de Niza, en la famosa Costa Azul francesa.
Comenzó a estudiar violín con su padre, un antiguo alumno de Marcel Chailley. En 1941 entra en el Conservatorio de Niza, en la clase de Charles Bistesi que estudió con César Thomson en Bruselas (Bélgica). Tres años más tarde obtiene el Primer Premio de Excelencia de violín, el Primer Premio de Música de Cámara y el Premio de Honor de la ciudad de Niza.



El Puerto Viejo, en la bella ciudad de Niza (Francia)


En agosto de 1944, inmersos en una Francia que lucha por su liberación a causa de la segunda Guerra Mundial, el matrimonio Ferras y sus hijos viajan a París, pero la situación política-militar los retiene largas semanas en Mâcon. Finalmente llegan a París en el mes de octubre y Christian es admitido en el famoso Conservatorio donde tiene como profesores a René Benedetti y Joseph Calvet. Sólo dos años de estudio le bastan para obtener un Primer Premio de violín, concedido por unanimidad.
En octubre de 1946, a los trece años, Christian Ferras empieza su brillante carrera artística debutando junto a la Orquesta Pasdeloup, bajo la dirección de Albert Wolff. Interpreta la magnífica "Sinfonía Española" de Lalo, a la semana siguiente el Concierto para violín de Beethoven y unos meses más tarde el Concierto para violín de Johannes Brahms. París se rinde con admiración al joven y virtuoso violinista.



La famosa Sala Gaveau, en París


No obstante el éxito conseguido, prosigue su formación primero con Boris Kamenski, violinista en la Corte del Zar y exilado en París después de la Revolución de 1917, con el cual profundiza en las enseñanzas de la escuela rusa y más adelante tiene un encuentro determinante al conocer y empezar a trabajar con George Enesco, gran compositor, violinista, pedagogo, pianista y director de orquesta rumano. Este mismo año, 1947, empieza sus grabaciones discográficas para la prestigiosa marca Decca.
El mes de mayo de 1948, el jurado del Concours International de Scheveningen que preside Yehudi Menuin le otorga uno de los dos primeros premios. Allí conoce al pianista Pierre Barbizet con quién formará uno de los más famosos dúos de violín y piano de la historia por espacio de quince años. El 16 de noviembre, en la famosa sala Gaveau de París, ofrece la primera audición de la Sonata para violín solo de Arthur Honegger. En el texto de presentación, el autor describe su obra y comenta su satisfacción hacia el intérprete que califica de "Uno de los más grandes jóvenes violinistas". En 1949 se otorga a Christian Ferras el segundo premio del prestigioso concurso Long-Thibaud (el primero no se asignó).


Una vista de París con el rio Sena y la Torre Eiffel al fondo

En noviembre de 1951 Ferras actúa en el Titania Palast de Berlin bajo la dirección de Karl Böhm con el Concierto de Beethoven, tiene dieciocho años y aquí empieza una nueva dimensión en su carrera. Además de nuevas grabaciones en disco, comienzan sus giras por el mundo: Japón, Africa, América del Sur, Europa.
En 1954 adquiere por mediación del luthier Etienne Vatelot el violín Stradivarius llamado "Le Président" fabricado en 1721. Existe una anécdota al respecto, y es que Ferras tocaba en una copia de Guarnieri realizada por Max Millant en 1949 y luego en otra copia de Stradivarius de 1952. Vatelot que asistió a sus conciertos estaba convencido que su violín era auténtico, por la magnífica sonoridad que conseguía su intérprete y se mostró grandemente sorprendido al recibir el encargo y conocer su error.


Ferras graba el Concierto para violín de Brahms junto a la Orquesta Filarmónica de Viena y dirigidos por Karl Schuricht. Este es el primer disco que tiene una verdadera repercusión en el mundo musical, más adelante lo grabará con Karajan obteniendo el "Gran Premio del Disco" y también hace registros con la Orquesta de la Suisse Romande y su director Ernest Ansermet. Con la casa EMI publica los conciertos de Mendelssohn y Tchaikovsky. En 1958 hace la creación del Concierto Húngaro del compositor Gyula Bando, graba el concierto "A la memoria de un angel" de Alban Berg, (composición dedicada a la hija de Alma Mahler, muerta de poliomielitis a los dieciocho años) y con Pierre Barbizet registra la integral de las Sonatas de Beethoven, obra que aún hoy en día es considerada de referencia.
Estamos en 1959, éste y los próximos años serán los de mayor gloria y triunfo para Christian Ferras. Debuta en Estados Unidos con el Concierto de Brahms, dirigido por Charles Munch. En verano tocará junto a dos eminentes artistas, el violoncellista Pau Casals y el pianista Wilhelm Kempff en el prestigioso Festival de Prades (Francia). Antes de acabar el año, el 3 de diciembre, contrae matrimonio con Beatriz Martellére, ex-esposa del director de orquesta Georges Sebastian.
Realiza giras, conciertos, actúa en emisiones de radio y televisión, sigue haciendo grabaciones en disco, los viajes y recitales se suceden a ritmo acelerado. Triunfa en Estados Unidos y vuelve al Festival de Prades. El 20 de abril de 1963 toca en un concierto dado en Roma ante el Papa Juan XXIII, y lo relata como una de las emociones más intensas de su vida, como hombre y artista. Sólo un acontecimiento pondrá tristeza en su corazón, su gran amigo y colaborador Pierre Barbizet es nombrado Director del Conservatorio de Marsella y disminuye su actividad como pianista, con lo cual su colaboración artística parece haber llegado a su fin.


Félix Mendelssohn, Concierto para violín. Christian Ferras y la Orquesta de Radio Canadá dirigidos por Alexander Brott. Grabación del año 1963. Ferras toca con el Stradivarius "President" de 1721.

10 febrero 2009

Virtuosos del violín: Christian Ferras ( 2 )


En el año 1964 Christian Ferras empieza sus grabaciones con el sello Deutsche Grammophon junto a la Orquesta Filarmónica de Berlín y bajo la batuta de Herbert von Karajan. En principio son programados veinte conciertos, aunque al final sólo se realizaron seis: los de Brahms, Sibelius, Tchaikovsky, Beethoven y dos de Bach. Con la misma discográfica graba también las Sonatas de Brahms, de Schumann , de Cesar Franck y de Lekeu; todas formarán parte de las interpretaciones del dúo violín-piano consideradas magistrales.


En 1966 adquiere, de nuevo por mediación de Etienne Vatelot, el Stradivarius llamado "El Milanollo-Teresa", un violín de leyenda con una historia apasionante que ha sido publicada en libro. Construído en 1728, perteneció a J.S. Bach, fue ofrecido al Regente de Francia, se mató para ocultarlo, huyó de la Revolución Francesa en el equipaje del célebre violinista Viotti hacia Inglaterra y estuvo en poder de otros virtuosos como Dragonetti, Paganini y Teresa Milanollo.

En 1967 su notoriedad le ofrece el privilegio de ser invitado por el rey de Dinamarca para tocar en la boda de su hija la princesa Margarita. El año siguiente recibe una invitación de Farah Diba, esposa del Sha de Persia para tocar en el Festival de Persépolis. Solista invitado en la primera gira de la Orquesta de París en Estados Unidos, la muerte repentina de su director Charles Munch les obliga a regresar anticipadamente a Francia. El 28 de noviembre recibe en el Hotel de Ville de París, el Premio de la Academia del disco francés.

Giras y actuaciones por Alemania, Israel, Francia, Suecia, Suiza, El Festival de Prades, jurado en el concurso Long-Thibaud, donde se presentó una vez como aspirante, el programa televisivo "Musique pour vous"... la actividad de Christian Ferras es desbordante, es solicitado de todos los países, de todas la Salas de Conciertos, por los grandes directores.

Pero de repente, todo se derrumba ante una grave depresión. A la vez se pone de manifiesto un mal oculto durante años, su dependencia del alcohol que reforzaba un estado moral cada vez más frágil. Estamos en 1970, Ferras tiene 37 años y hace casi veinticinco que toca el violín, quizá se ha prodigado demasiado o no han dirigido bien su carrera. Podría ser que sus días de gloria y triunfo se hayan terminado...

Durante el próximo decenio disminuye considerablemente su actividad de concertista, pasa de curas de desintoxicación a tentativas de reanudar su carrera, pero sus facultades están afectadas, ya no toca como antes y esto empeora su estado de ánimo. Escasean los contratos y las discográficas no lo solicitan para nuevas grabaciones. No es fácil comprender lo que experimenta una persona que ha vivido largo tiempo el esplendor de sus dotes artísticas, encontrarse en esta situación.
Pero sigue siendo muy querido en Francia y el 25 de noviembre de 1974 recibe un homenaje en el Teatro de Champs-Elysées, conmemorando el 25 aniversario del duo Ferras-Barbizet.
Al año siguiente es nombrado profesor en el Conservatorio de París, puesto que trata de ejercer lo mejor posible, a pesar de que no se siente llamado, ni con cualidades para este trabajo.También participa en academias de verano, en particular las de Niza y Saint-Jean-de-Luz.

Vista de París, donde estudió y vivió Christian Ferras


Después de una larga ausencia, reaparece en la escena parisién el 9 de marzo de 1982 con el pianista Alain Lefèvre, aunque su verdadero retorno es el 6 de mayo en la Sala Gaveau. De nuevo con Pierre Barbizet, ofrece un concierto memorable ante el más selecto público de París. A pesar del éxito conseguido, el terrible mal está oculto en el fondo de su alma. Ofrecerá su último concierto el 25 de agosto en la ciudad francesa de Vichy. Tres semanas después, el 14 de Setiembre de 1982, en un día triste para los amantes de la música, Christian Ferras pone fin a su vida. Tenía cuarenta y nueve años.


Se conoce poco de la existencia personal de Ferras. Niño extremadamente dotado, trabajó intensamente en el estudio del violín, bajo la exigente tutela de su padre, también violinista. Su vida entera se consagró a la música, tanto en su infancia como de adulto. Se compadecía a menudo, en particular a sus alumnos de Conservatorio, de haber tenido todo demasiado deprisa. Muy joven, había conocido el éxito, viajado y ganado pronto suficiente dinero para poder ofrecerse todo lo que deseaba y eso lo dejó rápidamente hastiado. Siempre se sintió muy solo, su matrimonio no fue feliz, no tuvo hijos y hablaba de su perro casi como de su hijo. La enorme presión de las giras, los conciertos, viajes, le hizo buscar refugio en el alcohol y al final hundirse en una grave depresión nerviosa.



Considerado el último representante de la escuela de violín franco-belga, quizá este título correspondería mejor a Arthur Grumiaux, el cual perpetúa la tradición. Christian Ferras transfigura el repertorio y realiza una síntesis de diferentes influencias que se conoce cono el "estilo Ferras", mezcla única y contrastada de juventud, consistencia musical, intensidad e intuición. Pocos violinistas saben infundir tanta pasión a la música y dejar su sello personal en las obras que toca. Dificilmente superables son sus registros del Tzigane de Ravel, la Sinfonía Española de Lalo o el Poema y el Concierto de Chausson.
Artista apasionado e instintivo, no hacía nunca grandes y largas investigaciones sobre las obras con el fin de saber como debía interpretarlas. Prefería tocar como lo sentía, confiándose a su instinto de músico y a sus propios gustos. Pierre Barbizet contaba que no justificaba nunca la elección de sus interpretaciones hablando de lo que habrían hecho los músicos de la época o de lo que habría querido oir el compositor. No dudaba en cambiar el texto (matices, fraseado, notas) diciendo solamente: "esto suena mejor así", lo que hace sus registros tan personales.
Su posición era también muy personal e inimitable. A sus alumnos del Conservatorio les decía algo paradójico: "no hagan como yo". Su mano izquierda era extremadamente móvil y no parecía conocer posiciones, tocando hacia atrás y utilizando tactos increíbles, lo que daba esa impresión de fluidez en las frases melódicas y estos colores característicos que permiten reconocerle entre otros muchos violinistas. Colocaba su violín sobre el hombro y no sobre la clavícula, con la oreja clavada al mentonière. Su comportamiento con el arco también era muy especial: el pulgar siempre invertido, el índice muy alto, el dedo pequeño aplastado y muy raramente colocado sobre la barra, el codo muy alto y haciendo jugar mucho el hombro (en particular en los traslados rápidos).Resumiendo, ¡todo lo que un joven alumno del violín no debe hacer!
Caballero de la Legión de Honor, Gran Premio del Disco Francés, Orden Nacional del Mérito, las Artes y las Letras, Christian Ferras no dejó testimonio escrito de su vida, ni ninguna sociedad que recordase su nombre, pero sus interpretaciones guardadas en disco son su testamento y seguirán dando a conocer su arte a todos los melómanos del mundo. Entregó su vida al violín para darnos a conocer en su apasionado y ardiente sonido, los sentimientos que brotan del corazón.

Página en internet Los amigos de Christian Ferras, de donde hemos extraído parte de este artículo.


Cesar Franck, Sonata para violín y piano. Christian Ferras y Pierre Barbizet

Sibelius, Concierto para violín y Orquesta, opus 47. Christian Ferras, violín. Dirige Zubin Mehta

10 septiembre 2008

Beethoven: El Concierto para violín



Retrato de un joven Beethoven

Beethoven compuso este concierto entre 1804 y 1807, cuando su poderosa imaginación funcionaba a pleno rendimiento y su genio creador estaba asombrando al mundo con obras como la Sonata Appassionata, Fidelio, las Oberturas Leonora, las Sinfonías 4, 5, y 6, el Concierto en sol mayor para piano y los tres Cuartetos Rasoumovsky. Todas ellas, obras de gran extensión, cuya profundidad rivaliza con la variedad de su carácter y que tanto por su cualidad como por su cantidad producen en conjunto una extraordinaria impresión de grandeza.

Este Concierto, una de las obras más brillantes del repertorio, fue escrito para el joven violinista vienés Franz Clement, entonces de veintiseis años de edad, quien dio la primera audición en diciembre de 1806 en el Theater an der Wien y de cuya orquesta era director. La tarea impuesta al solista no podía ser nada fácil si, además, tenemos en cuenta que Beethoven se retrasó bastante en la entrega del material. No hubo ensayos, el primer movimiento se ejecutó en la primera parte del concierto y el movimiento lento y el finale, en la segunda. En el intermedio Clement tocó una sonata suya sobre una sola cuerda con el violín en posición invertida. En su época tenía fama de buen virtuoso y se decía de él que era un fenómeno como ejecutante a primera vista. Sin duda debió de serlo.

Primer movimiento: Allegro ma non troppo - Cadenza

Beethoven no descansaba en su lucha contra el destino ni en su constante desafío al cosmos. Aquí se manifiesta el aspecto sereno de su genio: el movimiento tiene gran amplitud y es de carácter tranquilo. Esta última cualidad hizo pensar a muchos que la obra carecía de sentido y que, además, era excesivamente larga. Los mágicos y misteriosos golpes de timbal del principio proporcionan la arrebaradora melancolía que impregna todo el movimiento. La introducción orquestal es larga, Beethoven no tiene prisa. El ritmo de las notas de timbal persisten, en una tonalidad o en otra, a lo largo de todo el movimiento de un modo parecido al del famoso principio de la Sinfonía en do menor que predomina en el primer movimiento de aquella obra maestra.
Un tutti orquestal introduce los dos temas principales. Los oboes, clarinetes y fagots tienen una melodía de una deliciosa cualidad lírica: un contraste con el timbal del principio que produce un efecto poético acentuado por el amplio tema de los primeros violines. Después de un poderoso clímax orquestal y de su dramática desaparición, el violín solista hace su sorprendente e impresionante entrada, otro acierto genial de Beethoven. El solista y la orquesta discuten luego esas fértiles ideas con interés cada vez más concentrado. Todo ello se presta en gran manera al lucimiento del solista, pero un lucimiento de valor artístico, no un puro exhibicionismo inútil. La tranquilidad de este movimiento alcanza una serenidad suprema en el último tema introducido por el fagot y contestado por el violín solista. Termina en un vigoroso crescendo. Sus proporciones son tan notables como su belleza melódica.


"Soledad" - J.B. Corot, célebre pintor paisajista francés (1796-1875)

Segundo movimiento: Larghetto

Los movimientos lentos de Beethoven penetran en el corazón del auditorio y este no podía ser una excepción. Se basa principalmente en una bella melodía que se escucha al principio sobre los violines con sordina. Cuando se repite, el solista la acompaña con un comentario propio. Basándose en los dos temas principales y un tema secundario Beethoven crea gran número de variaciones. Toda la música tiene una cualidad de ensueño. A pesar del carácter estático y sutil de la misma, con otra idea genial el compositor la termina con un acorde alto y con la cadenza del violinista que enlaza el movimiento con el finale, en el cual nos vemos sumergidos inmediatemente con un característico y vigoroso Rondó.


Pintura de A. Renoir - Famoso pintor francés (1841-1919)


Tercer movimiento: Rondó (Allegro) - Cadenza
En este movimiento no hay tiempo para reflexionar. Aquí se nos muestra el hombre genial en su más "desenfadado" sentido del humor y en su vena más feliz. Después de las delicadas sutilezas con que acaba de obsequiarnos, Beethoven ha encontrado el inevitable finale, alegre, ingenuo y vivaz. El solista se apodera al principio del tema principal y cuando éste pasa a la orquesta asciende a una culminación a la cual se añade un comentario de carácter alegre. La música va debilitándose de modo que el solista puede introducir otro tema con el acompañamiento de la trompa. La música del rondó reaparece tres veces y después de la tercera hay un intercambio enre el violinista y la orquesta en la cual prevalece el buen humor. También hay un delicioso diálogo entre el oboe y el violín solista después de la cadenza del violín. Luego los acontecimientos van avanzando con arte consumado hacia el último clímax en el cual el solista con arpegios y escalas , ejerce el más absoluto dominio sobre toda la orquesta con la habilidad del más impecable prestidigitador. Una y otra vez la orquesta intenta alcanzar el predominio, pero todos sus esfuerzos resultan infructuosos ante la actitud del solista.

El concierto para violín de Beethoven es una de las grandes obras maestras de la música universal. Y seguramente los habrá que lo escuchen ahora por primera vez.... ¡Qué hermosa experiencia les espera!

15 junio 2008

Virtuosos del violín: Arthur Grumiaux


Hoy dedicamos un recuerdo a Arthur Grumiaux que fue un aristócrata del violín y no lo decimos sólo por el título de barón, que le fue otorgado por el gobierno de Bélgica en reconocimiento a sus méritos como violinista y profesor, sino por la calidad de su interpretación, exquisita y perfecta y uno de los exponentes más grandes de la escuela Franco-Belga del violín.

Nació en la pequeña localidad de Villers-Perwin (Bélgica) el 21 de Marzo de 1921, en una familia de clase obrera. Su abuelo lo impulsó a comenzar la educación musical con tan sólo cuatro años y estudió violín y piano en el Conservatorio de Charleroi donde obtuvo el primer premio a los once años. Prosiguió sus estudios de violín en el Real Conservatorio de Bruselas con Alfred Dubois, alumno de Eugène Ysaÿe y también composición, contrapunto y fuga con Jean Absil. En 1939 consiguió importantes premios, el Henry Vieuxtemps y el Francois Prume y un año más tarde el Prix de Virtuosité concedido por el gobierno belga. En París estudió con el famoso violinista rumano Georges Enesco (profesor de Yehudi Menuin).


Vista de la Gran Plaza de Bruselas (Bélgica)


Arthur Grumiaux había empezado una prometedora carrera como solista, tocando el concierto de Mendelssohn junto a la Orquesta Filarmónica de Bruselas, cuando su país fue invadido por Alemania en el curso de la guerra en Europa. Durante algún tiempo desarrolló su actividad en pequeños conjuntos de música de cámara hasta que al finalizar la contienda pudo reemprender su actividad como solista.

Sus brillantes interpretaciones tuvieron como escenario Estados Unidos, Gran Bretaña, Asia y Europa. El temor que sentía hacia los viajes en avión quizá fuese la cáusa de que su carrera se centrara preferentemente en Europa y por ello ser menos conocido a nivel internacional como lo fueron Menuhin, Heifetz y Stern, contemporáneos suyos. Este hecho facilitó en cambio que hiciera numerosas grabaciones en disco, en las que se puede apreciar la elegancia, un tono expresivo brillante y nítido, disciplina y delicadeza de buen gusto y un virtuosismo siempre al servicio del compositor y de la obra que tocaba. Entre sus grabaciones más apreciadas están la integral de las Sonatas de Beethoven para violín y piano acompañado por la gran pianista Clara Haskil, las Partitas para violín sólo de Bach, consideradas uno de los más difíciles trabajos para un violinista, el Concierto para violín y orquesta también de Beethoven, junto a la Orquesta del Concertgebouw de Holanda, bajo la dirección de Eduard van Beinum, el concierto de Alban Berg y obras de Brahms, Mozart, Schubert, Ravel, Debussy y César Frank. Asimismo, estrenó en Europa el concierto para violín de Guillermo Walton.

Fue designado profesor de violín en el mismo Real Conservatorio en el cual había recibido clases. Aunque exigía el estandar técnico más alto en sus alumnos, no empleó nunca un sistema de enseñanza de memorización técnica, insistiendo en la importancia de expresar, la calidad del sonido y prefiriendo para los estudiantes encontrar una solución personal a sus problemas y que desarrollasen por sí mismos el modo de superarlos.
Mientras tanto proseguía sus actuaciones, también formó el llamado "Trío Grumiaux" junto a Georges Janzer (viola) y Eva Czako (violoncelo) y tocaba junto a su gran amiga la pianista Clara Haskil. Esta había comenzado su carrera como prometedora violinista, pero a cáusa de una escoliosis en la columna, se vio obligada a dejar el violín, dedicándose al piano. Su muerte en 1960 cuando contaba sesenta y cinco años, al caer por las escaleras de una estación de metro, sumió a Grumiaux en una profunda depresión, dejándole un gran vacío personal y artístico debido a su amistad y a la compenetración que existía entre ambos al interpretar música.

Tres genios del violín, de izquierda a derecha: Yehudi Menuhin, Arthur Grumiaux y David Oistrakh

A pesar de estar enfermo de diabetes, Arthur Grumiaux continuó tocando el violín en público y dando clases en el Conservatorio, hasta su muerte repentina el día 16 de Octubre de 1986. En el año 1973 le fue otorgado por el entonces rey de Balduino de Bélgica el título de Barón. Su reputación y renombre perduraron después de su muerte y su herencia aún puede escucharse en varias generaciones de jóvenes violinistas.

Poseyó dos apreciados violines, el Guarnieri del Gesu llamado "Rose" de 1744 y el Stradivarius "Dupont" de 1727, conocido ahora como "Ex-Grumiaux".



Esta variedad de arbusto rododendo lleva el nombre de Arthur Grumiaux

Escuchemos ahora a Arthur Grumiaux en la interpretación de la pieza de Pablo Sarasate "Aires Gitanos" y después en el movimiento final del Concierto para Violín y orquesta de Beethoven.



31 marzo 2008

Virtuosos del violín: Jacques Thibaud


Jacques Thibaud nació en Burdeos el 27 de septiembre de 1880. Estudió sus primeras clases de violin con su padre, antes de entrar a los trece años en el Conservatorio de París donde recibió las enseñanzas de Martin-Pierre Marsick al lado del futuro compositor Georges Enesco.En 1896 ganó el premio de violin del Conservatorio junto al futuro gran director Pierre Monteux. Sus comienzos fueron como violinista de fila bajo la dirección de Edouard Colonne, antes de emprender su carrera como solista.


Burdeos: Puente sobre el río Garona. Abajo: Casals, Thibaud y Cortot



Resultó herido durante la Primera Guerra Mundial (1914-18 ) y tuvo que realizar un largo reaprendizaje de su técnica. Gran intérprete de Mozart, junto a sus actividades de concertista también formó parte de un famosísimo trío de música de cámara de reputación internacional, nada menos que con el violoncellista Pau Casals y el pianista Alfred Cortot, dos intérpretes que han alcanzado la categoría de genios en el campo musical.

Thibaud también se consagró a la enseñanza en l'Ecole normale de musique de Paris y en la Academia Chigiana de Siena. Famosos discípulos suyos serán los extraodinarios violinistas Leonid Kogan y Zino Francescatti.


París: Vista nocturna desde la Catredal de Notre Dame


En 1943 funda junto a la pianista Margarita Long el concurso Long-Thibaud. Antiguo alúmno y más tarde amigo de Eugene Ysaÿe éste le dedica su segunda sonata para violín.

Tocó con varios violines famosos, los Stradivarius Bérou de 1714, el Colossus (1716) y un Bergonzi perteneciente a Eugène Ysaÿe

Thibaud personifica todavía hoy en dia, el violinista francés con un estilo de interpretacion elegante y seductora.
El 1 de septiembre de 1953 viajando a Indochina en compañia del pianista René Herbin, el avión donde iban ambos se estrelló en los Alpes franceses, sin que hubiera ningún superviviente.

Junto a él, desaparece también su preciado violín, un Stradivarius de 1709. Estaba a punto de cumplir 73 años. El Conservatorio de Burdeos se rebautizó con su nombre en honor suyo.




Jacques Thibaud interpreta al violín un fragmento de una obra de Enrique Granados. Es una grabación de 1937.