16 enero 2010

Rachmaninov, Concierto piano nº 3


Sergéi Rachmaninov compuso su tercer concierto para piano en el tranquilo entorno de Ivanovka, su hacienda familiar, y lo terminó en septiembre de 1909 (hace poco más de cien años). Poco después embarcó rumbo a Estados Unidos y el 23 de noviembre tuvo lugar su estreno en el Carnegie Hall, sede de la Sociedad de la Orquesta Sinfónica de Nueva York (más adelante Filarmónica de Nueva York), con la dirección de su fundador Walter Damrosch y el propio compositor como solista.

El Tercer Concierto de Rachmaninov está considerado como uno de los más difíciles y exigentes para el piano. Jósef Hofmann a quien fue dedicado no lo llegó a tocar públicamente alegando que "no era para él". El compositor escribió dos versiones de la "cadenza": la primera corta, fácil y suave y la segunda que anotó Ossia (alternativa), mas larga, grandiosa y difícil, tanto que ni siquiera el propio Rachmaninov la interpretaba.
La primera grabación del concierto fue realizada por Vladimir Horowitz acompañado por la Orquesta Sinfónica de Londres dirigida por Albert Coates para la casa His Master's Voice en 1930. Esta grabación está considerada por el crítico musical inglés Norman Lebrecht como una de las 100 mejores grabaciones jamás realizadas.
Rachmaninov lo grabó entre 1939 y 1940 con la Orquesta de Filadelfia y bajo la batuta de Eugene Ormandy.
En contraste con la belleza apasionadamente romántica del Segundo Concierto, este Tercero es más sombrío y melancólico pero posee un virtuosismo que realmente arrebata y subyuga.


La sala Carnegie Hall de Nueva York

Leamos lo que sobre esta obra escribió el gran pianista y director de orquesta Vladimir Ashkenazy.

Allegro ma non tanto

Es natural que Rachmaninov, poseyendo un gran talento como compositor y como pianista, demostrara todas las posibilidades del instrumento en sus obras para el piano. Sin lugar a dudas, en su Tercer Concierto para Piano alcanzó el punto álgido en ambas aptitudes, exponiendo las más maravillosas y variadas cualidades del teclado y expresando sus ideas musicales de la forma más clara posible. Líneas melódicas elaboradas aunque siempre armoniosas, infinitas variedades de ritmo en conbinación con un entusiasmo verdaderamente noble y humano; todo ello lo encontramos en este Concierto admirable. Los climax tan naturales y lógicos como los que aparecen en la cadencia y en las culminaciones de los movimientos segundo y tercero, tiene muy pocos paralelos en las obras de Rachmaninov (el primer movimiento de la Segunda Sinfonía, el también primer movimiento de la Tercera y "La Isla de la Muerte" comparten, no obstante, una lógica similar).
Aunque los tres movimientos del Concierto tienen mucho en común rítmica y melódicamente, son distintos por completo en clima e imágenes.

El primer movimiento se halla rebosante de tristeza y amargura; su final, con esos extraños sones apagados que surgen del piano, bien pudiera denominarse trágico. Su primer tema, reminiscencias del cual aparecen en los movimientos segundo y tercero, es la base para la concepción de este movimiento. Suena casi como una canción popular sobre las llanuras y colinas rusas; con este triste y desesperanzado tema se inicia el primer movimiento y, de hecho, se concluye con él, pues aparece de nuevo justamente antes de una abrupta coda.
El segundo tema es mucho más ligero y su desarrollo da orígen al único punto brillante y radiante de este movimiento. Hay dos clímax: uno en el centro del desarrollo, el otro en la recapitulación, es decir, en el centro de la cadencia.El segundo llega a su cúspide en la tonalidad de "Re" mayor, pero se halla muy lejos de ser un clímax heroico (como, por ejemplo, lo es su equivalente en el Segundo Concierto pues es el "Re" mayor con el "Si" bemol en su escala lo que le da un colorido especial y le hace sonar vacilante, un tanto angustiado.



Intermedio (Adagio)

No hay pausa entre los movimientos segundo y tercero. El segundo es un ejemplo típico de orientalismo ruso (desde el "Russian" de Glinka y las "Danzas polovtsianas" de Borodin hasta Rachmaninov) con un muy especial sabor rachmaninoviano en él. Aquí hay tranquilidad pero con una exaltación contrastada, y casi al final tenemos un momento de fantasía, cuando el tema del primer movimiento aparece en forma de vals. Titulado "Intermedio", constituye un verdadero punto de relajación entre el primer movimiento y el final. El contraste entre el Intermedio y el Final se hace pasmosamente evidente cuando este "tranquillo" oriental, ejecutado por la orquesta, es interrumpido de súbito por una explosión emotiva puramente rusa que surge del piano y que nos lleva hasta el último movimiento.

Final (Alla breve)

El final, como todos en la música de Rachmaninov, es muy enérgico, pero difiere de los demás en su compactibilidad. La música no se detiene entre los temas primero y segundo (como sucede en los Conciertos Primero, Segundo y Cuarto); va tornándose cada vez más animada, y sume a los oyentes en un estado de tensión. La sección central está construida sobre el segundo tema del primer movimiento. La única fantasía rítmica del compositor hace que su sonido sea muy diferente al de la versión lenta original. Esta parte es un maravilloso calidoscopio de sonidos que saltan, resplandecen y centellean en el espacio. La recapitulación es aún más excitante: las cascadas de "più vivo", "più mosso" y "accelerando" llegan a un apoteosis en la Coda, donde el segundo tema de este movimiento Final suena de manera tan amplia y gloriosa que olvidamos todos los dolores y sufrimientos, tal es la alegría, el amor y la bondad que rebosa.
Así pues, en términos generales, la concepción de la obra es optimista, lo que prueba que Rachmaninov fue un gran artista que disfrutaba del simple hecho de vivir y que amaba a la gente. Y demuestra también que tales cosas significaban más para él que su eterno fatalismo y su constante temor a la muerte.





Rachmaninov, Concierto piano nº 3 en Re menor, opus 30. Martha Argerich, piano.



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