Jean Sibelius (1865-1957) considerado como el último gran representante de las escuelas románticas nacionalistas del siglo XIX ha contribuído decisivamente con su obra al reconocimiento internacional de la música de su país natal, Finlandia.
Una gira de la Orquesta Filarmónica de Helsinki, que termina apoteósicamente en París en el marco de la Exposición Mundial de 1900, sirve para que su actuación pueda ser conocida en distintas ciudades de otros países y poco más tarde Sibelius fue invitado a dirigir sus propias obras en Alemania, donde músicos tales como Arthur Nikisch, Félix Weingartner, Richard Strauss y Ferruccio Busoni -este último desde su puesto en Berlín desarrollaba una intensa actividad en favor del músico finlandés- mostraron un gran interés por sus composiciones.
No resulta, pues, extraño que fuese Richard Strauss el director del estreno de la segunda versión, revisada, del concierto para violín, opus 47, obra con la que Sibelius se aparta del estilo patético de la Segunda Sinfonía (con el predominante uso de instrumentos de viento) para iniciar el estilo más luminoso e íntimo de la Tercera Sinfonía, en la que predominan los instrumentos de cuerda.
La Singakademie de Berlín
Con motivo de la primera ejecución, escribe Sibelius:
"En octubre de 1905 mi concierto para violín recibió su bautismo de fuego en Alemania, en un concierto en la "Singakademie" de Berlín. La parte solista fue interpretada por Carl Halir, y la orquesta fue dirigida nada menos que por Richard Strauss. Como ejemplo de la consciencia con la que Strauss abordaba la ejecución de obras de compositores contemporáneos puede referirse que obligó a la orquesta a repetir tres veces la obra para dejar a punto la parte del acompañamiento; aunque en realidad el concierto para violín exigía tal cantidad de ensayos".
En este concierto, la orquesta, que incluye tres trombones y dos trompetas, no se halla subordinada al papel de simple acompañante y menos todavía al de proporcionar respuesta al instrumento solista, sino que posee en muchas ocasiones una entidad propia y un vigoroso desarrollo sinfónico.
Sibelius hace uso de la forma sinfónica con una extraordinaria libertad y autonomía sin romper nunca por completo el modelo formal de concierto. De este modo, en el primer movimiento, el lugar donde habitualmente se encuentra la sección de desarrollo está ocupado por la gran cadencia de instrumento solista, normalmente esperada hacia el final del movimiento.
Paisaje de Finlandia
Más aún que las innovaciones formales, son las características estilísticas del lenguaje musical las que deben suscitar el mayor interés de este concierto de Sibelius: la amplia melodía, sombría y austera, llena de melancólica tristeza, respirando el color del paisaje finlandés; la armonía estática y pesante, los ritmos vigorosos y a menudo sincopados y los originales timbres que proveen las voces graves de los instrumentos de madera.
La parte solista es tratada con eficacia y virtuosismo. Sibelius, que en otro tiempo había formado parte de un cuarteto como violinista, conocía perfectamente cómo extraer todas las posibilidades del instrumento. Todas estas cualidades aseguran para esta obra un lugar permanente entre los grandes conciertos escritos para violín.
Sibelius, Concierto para violín y orquesta, opus 47. Solista, Vadim Repin
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