29 septiembre 2008

Mado Robin: El prodigio de una voz



La soprano Mado Robin tuvo una voz que merecidamente se puede llamar excepcional, con un extraordinario rango de escala vocal, que le permitía alcanzar sin problemas incluso el do6 sobreagudo. Llegó a la altura de Ré/6, 2320 vibraciones al segundo, y en una reprentación en Vichy (Francia) emitió su nota más alta, un D7 sobre un C-alto la nota más aguda nunca cantada. Se la nombraba The French stratospheric coloratura por la frecuencia y facilidad con que alcanzaba las notas mas altas. Fielmente admirada por los verdaderos amantes del bel canto y de todas aquellas inolvidables voces que brillaron en la primera mitad del siglo XX, es quizá poco conocida de los aficionados a la lírica de hoy, posiblemente porqué murió todavía joven hace casi cincuenta años.

Su nombre verdadero era Madeleine Marie Robin y nació el 29 de diciembre de 1918 en la pequeña localidad francesa de Yzeures-sur-Creuse, un departamento del Alto Loira. Su familia era acomodada pues poseían el castillo de Vallées, en Tournon-Saint-Pierre cerca de allí.
Madó creció junto a dos hermanas en el selecto ambiente familiar y alternando sus estudios en la ciudad con estancias en el campo. Pronto sin embargo se hicieron notar sus extraordinarias facultades vocales y su primera profesora Mme. Fourestier la presenta al gran barítono italiano Titta Ruffo, el cual impresionado por su voz y la facilidad de alcanzar notas sobreagudas la recomienda a su amigo Mario Podestá, tenor francés de origen italiano, quien la formará vocalmente en las normas del "Bel canto".



Sólo dos años de estudio con éste último bastaron para conseguir en 1937 el primer premio del concurso para sopranos de la Opera de París, pero su carrera se vió retrasada por varias circunstancias. De 1939 a 1944 Francia vivió momentos dolorosos a cáusa de la segunda guerra mundial. Debido a su alianza con Inglaterra, tuvo que declarar la guerra a Alemania y finalmente vencida, sufrió la ocupación por ésta, mientras había un gobierno en Vichy y otro en Inglaterra. Durante aquellos años, Madó Robin ofreció numerosos recitales caritativos que ya despertaban la admiración del público y daban a conocer su nombre. Con la ayuda de Mario Podesta y la casa discográfica Pathé en 1942 ofrece un recital en la sala Gaveau en París y tambien tiene actuaciones en espectáculos de variedades.

Grabado de la Opera de París
En 1945, terminada ya la guerra, por fin Madó puede debutar en la Opera de Paris y lo hará con "Rigoletto" de Giuseppe Verdi. El éxito es inmediato y durante cinco años cantará las óperas Los Pescadores de Perlas de Bizet, Mignon de Thomas, La Flauta Mágica de Mozart y sobre todo la ópera que sería su gran creación: Lakmé de Delibes, de la cual llegaría a ofrecer casi 1500 representaciones a lo largo de su vida.
Aquellos triunfos, sin embargo, se vieron entristecidos por la muerte en accidente de automóvil de su marido Alan Smith, de nacionalidad inglesa, con quien se había casado cuando ella tenía diecisiete años. Tuvo una hija.
A partir de 1950 Madó Robin deja la compañía de la Opera y actúa en diversas ciudades de Francia, ofrece numerosas actuaciones en radio y televisión que permiten al público en general conocer y disfrutar su voz y más adelante realizará giras por el extranjero, en particular por Estados Unidos y Rusia.

Las principales obras de su repertorio aparte de las ya citadas, fueron Lucia di Lammermoor de Donizetti, La Traviata de Verdi, Los cuentos de Hoffman de Offenbach, El Barbero de Sevilla de Rossini, Mireille de Gounod y la obra El Ruiseñor de Stravinsky.

Para el 29 de diciembre de 1960, fecha de su 42 cumpleaños, se había preparado en la Opera Cómica de París una función especial para celebrar las 1500 representaciones de Lakmé, el gran papel de su vida, pero Madó enferma desde hacía ya tiempo, murió el día 10 de aquel mes y aquella voz maravillosa se apagó para siempre. Fue enterrada en su pueblo natal de Yzeures-sur-Creuse.

Sus amigos la recuerdan como la más dulce y menos diva y su agente Robert Deniau declaraba que Madó incluso parecía disculparse del talento que poseía.
Era una auténtica soprano ligera. Su voz poseía un timbre inconfundible de gran belleza, delicado y seductor. El sonido era uniforme, fresco y transparente, alcanzando con suavidad las notas más altas y sus exquisitas interpretaciones son un testimonio de la gran escuela de canto francesa.

En 1952 su grabación de la ópera Lakmé de Delibes para el sello "Decca", obtuvo el "Gran Prix du Disque" en Francia. Las grabaciones que dejó, lamentablemente, no fueron muchas y hay que tener en cuenta que son en sonido mono y tienen cincuenta años; quienes la oyeron cantar en directo aseguraban que no se podía comparar la realidad con las grabaciones. Nosotros sólo tenemos estas últimas para seguir admirándola tanto tiempo después.







18 septiembre 2008

Orquestas famosas: Concertgebouw de Amsterdam


La Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam (Holanda), figura entre las mejores del mundo y también es una de nuestras favoritas desde la primera vez que la escuchamos y nos cautivó su especial sonido.

Concertgebouw en holandés significa "Sala de Conciertos". Fue diseñada por el arquitecto Adolf Leonard van Gent, el cual se basó en otro importante edificio, el "Neue Gewandhaus" de Leipzig (Alemania) construido en 1881 y después destruído durante la Segunda Guerra Mundial, en 1943.

Amsterdam es una hermosa ciudad con muchos canales
En las afueras de Amsterdam, comenzaron en 1883 las obras de su construcción en unos terrenos arenosos, plantándose 2186 pilotes de 12 a 13 metros de longitud para consolidar sus cimientos. En aquella época la acústica era algo parecido a una ciencia oculta; igual que en la construcción de barcos, los diseñadores se basaban en elementos que habían funcionado en el pasado, sin que entendieran muy bien la relación cáusa-efecto que todavía hoy en día no se conoce por completo. Al terminar el edificio la acústica no era perfecta, requiriéndose mucho esfuerzo para afinar el ambiente sonoro. Actualmente se la considera una de las salas con mejor sonido, junto al Symphony Hall de Boston y el Musikverein de Viena.

Vista de la sala principal

La Grote Zaal (Auditorio Principal) tiene 44 metros de longitud, 28 de ancho, 17 de alto y posée unos 2000 asientos. El tiempo de reverberación es de 2,8 segudos sin público y 2,2 segundos con espectadores. La Kleine Saal (Pequeño Auditorio), es un íntimo espacio apropiado para la música de cámara y lieder. Tiene forma oval, está situado detrás del principal y sus medidas son 20 metros de largo y 15 de ancho.

La sala de conciertos se inauguró el 11 de abril de 1888 con una orquesta compuesta por 120 músicos y un coro de 500 cantantes que interpretaron obras de Bach, Beethoven, Haendel y Wagner. El 3 de noviembre de aquel mismo año se fundó oficialmente la Concertgebouw-orkest y se nombró director principal a Willem Kes quien la dirigió durante los siete años siguientes.

La sala desde el escenario

Desde su creación, la orquesta ha tenido solamente seis directores principales, todos ellos grandes figuras, lo que sin duda ha contribuído a generar su categoría y carácter distintivo. Hay orquestas más espectaculares y quizá brilantes, pero la Concertgebouw tiene un sonido único, diríamos que un "bouquet" que ninguna otra puede igualar. Se ha descrito a sus cuerdas como "aterciopeladas", el sonido "dorado" de los metales y el excepcional timbre de las maderas "típicamente holandesas".

En 1895, Willem Mengelberg se convirtió en el conductor principal y permaneció en tal puesto con la organización durante cincuenta años, una permanencia inusualmente prolongada para un director musical. (Otras largas estadías son las de Evgeny Mravinsky en la Orquesta Filarmónica de Leningrado, Ernest Ansermet en la Orchestre de la Suisse Romande, y la de Eugene Ormandy en la Orquesta de Filadelfia). Generalmente se le atribuye el haber conducido a la orquesta a un nivel de mayor significado internacional, con un particular apoyo a la música de compositores contemporáneos como Gustav Mahler y Richard Strauss. En el año 1920 se celebró el "Festival Mahler" para difundir sus magníficas sinfonías.
Willem Mengelberg

En 1945, debido a la controversia que se suscitó por su relación con las fuerzas nazis ocupantes de Holanda durante la Segunda Guerra Mundial, Mengelberg fue despedido de la dirección principal y se le prohibió dirigir por el resto de su vida, aunque después se redujo a un periodo de seis años. Pero Mengelberg murió en 1951 en Suiza, poco antes de expirar su exilio, de modo que fatalmente se cumplió que no volviera a dirigir más.
Eduard van Beinum dirigió desde 1945 a 1959. Había debutado ya en 1929; en 1931 se convirtió en segundo director y co-director en 1938. Fue especialista en las difíciles sinfonías de Anton Bruckner y falleció de forma dramática el 13 de abril de 1959, al sufrir un ataque de corazón mientras dirigía la sinfonía nº 1 de Johannes Brahms.
Eduard van Beinum

Después de van Beinum, Eugen Jochum y Bernard Haitink compartieron la dirección hasta que en 1963 este último se convirtió en único director principal. Durante los quince años que ocupó el cargo, la Orquesta del Concergebouw realizó numerosas grabaciones discográficas que contribuyeron a difundirla entre el público de diferentes países y aumentar su reputación. Hubo un cierto conflicto entre él y la orquesta, que en 1988 optó por no renovarle el contrato. No obstante, en 1999 fue nombrado Director Laureado.

Riccardo Chailly debutó como director principal en 1985 y fue su director principal desde 1988 hasta 2004. Sus grabaciones con la orquesta incluyen un ciclo completo de las sinfonías de Gustav Mahler y las obras orquestales de Edgard Varèse. Al marchar, Chailly fue nombrado Director Emérito de la Concertgebouw. Desde entonces y hasta el presente el puesto lo ocupa el director de origen lituano Mariss Jansons. Otros grandes directores que han trabajado estrechamente con la orquesta son Pierre Monteux, Georges Szell y Nicolaus Harnoncourt.

Vista nocturna de un canal de Amsterdam

En el año 1988, en la celebración de su centenario, por designación de la reina Beatriz de Holanda pasó a denominarse "Orquesta Real del Concertgebouw", (Koninklijk Concertgebouworkest) y actualmente se la conoce también por las siglas KCO. En su sala se interpretan cerca de ochocientos conciertos al año, para un público de 850.000 personas, lo cual la convierte en una de las más visitadas del mundo.

Orquesta Real del Concertgebouw, dirige Bernard Haitink. Al piano, Arthur Rubinstein
Johannes Brahms, Concierto nº 1 para piano y orquesta en re menor, opus 15.


10 septiembre 2008

Beethoven: El Concierto para violín



Retrato de un joven Beethoven

Beethoven compuso este concierto entre 1804 y 1807, cuando su poderosa imaginación funcionaba a pleno rendimiento y su genio creador estaba asombrando al mundo con obras como la Sonata Appassionata, Fidelio, las Oberturas Leonora, las Sinfonías 4, 5, y 6, el Concierto en sol mayor para piano y los tres Cuartetos Rasoumovsky. Todas ellas, obras de gran extensión, cuya profundidad rivaliza con la variedad de su carácter y que tanto por su cualidad como por su cantidad producen en conjunto una extraordinaria impresión de grandeza.

Este Concierto, una de las obras más brillantes del repertorio, fue escrito para el joven violinista vienés Franz Clement, entonces de veintiseis años de edad, quien dio la primera audición en diciembre de 1806 en el Theater an der Wien y de cuya orquesta era director. La tarea impuesta al solista no podía ser nada fácil si, además, tenemos en cuenta que Beethoven se retrasó bastante en la entrega del material. No hubo ensayos, el primer movimiento se ejecutó en la primera parte del concierto y el movimiento lento y el finale, en la segunda. En el intermedio Clement tocó una sonata suya sobre una sola cuerda con el violín en posición invertida. En su época tenía fama de buen virtuoso y se decía de él que era un fenómeno como ejecutante a primera vista. Sin duda debió de serlo.

Primer movimiento: Allegro ma non troppo - Cadenza

Beethoven no descansaba en su lucha contra el destino ni en su constante desafío al cosmos. Aquí se manifiesta el aspecto sereno de su genio: el movimiento tiene gran amplitud y es de carácter tranquilo. Esta última cualidad hizo pensar a muchos que la obra carecía de sentido y que, además, era excesivamente larga. Los mágicos y misteriosos golpes de timbal del principio proporcionan la arrebaradora melancolía que impregna todo el movimiento. La introducción orquestal es larga, Beethoven no tiene prisa. El ritmo de las notas de timbal persisten, en una tonalidad o en otra, a lo largo de todo el movimiento de un modo parecido al del famoso principio de la Sinfonía en do menor que predomina en el primer movimiento de aquella obra maestra.
Un tutti orquestal introduce los dos temas principales. Los oboes, clarinetes y fagots tienen una melodía de una deliciosa cualidad lírica: un contraste con el timbal del principio que produce un efecto poético acentuado por el amplio tema de los primeros violines. Después de un poderoso clímax orquestal y de su dramática desaparición, el violín solista hace su sorprendente e impresionante entrada, otro acierto genial de Beethoven. El solista y la orquesta discuten luego esas fértiles ideas con interés cada vez más concentrado. Todo ello se presta en gran manera al lucimiento del solista, pero un lucimiento de valor artístico, no un puro exhibicionismo inútil. La tranquilidad de este movimiento alcanza una serenidad suprema en el último tema introducido por el fagot y contestado por el violín solista. Termina en un vigoroso crescendo. Sus proporciones son tan notables como su belleza melódica.


"Soledad" - J.B. Corot, célebre pintor paisajista francés (1796-1875)

Segundo movimiento: Larghetto

Los movimientos lentos de Beethoven penetran en el corazón del auditorio y este no podía ser una excepción. Se basa principalmente en una bella melodía que se escucha al principio sobre los violines con sordina. Cuando se repite, el solista la acompaña con un comentario propio. Basándose en los dos temas principales y un tema secundario Beethoven crea gran número de variaciones. Toda la música tiene una cualidad de ensueño. A pesar del carácter estático y sutil de la misma, con otra idea genial el compositor la termina con un acorde alto y con la cadenza del violinista que enlaza el movimiento con el finale, en el cual nos vemos sumergidos inmediatemente con un característico y vigoroso Rondó.


Pintura de A. Renoir - Famoso pintor francés (1841-1919)


Tercer movimiento: Rondó (Allegro) - Cadenza
En este movimiento no hay tiempo para reflexionar. Aquí se nos muestra el hombre genial en su más "desenfadado" sentido del humor y en su vena más feliz. Después de las delicadas sutilezas con que acaba de obsequiarnos, Beethoven ha encontrado el inevitable finale, alegre, ingenuo y vivaz. El solista se apodera al principio del tema principal y cuando éste pasa a la orquesta asciende a una culminación a la cual se añade un comentario de carácter alegre. La música va debilitándose de modo que el solista puede introducir otro tema con el acompañamiento de la trompa. La música del rondó reaparece tres veces y después de la tercera hay un intercambio enre el violinista y la orquesta en la cual prevalece el buen humor. También hay un delicioso diálogo entre el oboe y el violín solista después de la cadenza del violín. Luego los acontecimientos van avanzando con arte consumado hacia el último clímax en el cual el solista con arpegios y escalas , ejerce el más absoluto dominio sobre toda la orquesta con la habilidad del más impecable prestidigitador. Una y otra vez la orquesta intenta alcanzar el predominio, pero todos sus esfuerzos resultan infructuosos ante la actitud del solista.

El concierto para violín de Beethoven es una de las grandes obras maestras de la música universal. Y seguramente los habrá que lo escuchen ahora por primera vez.... ¡Qué hermosa experiencia les espera!

05 septiembre 2008

Directores famosos: Leopold Stokowski ( 1 )


Buscando entre libros y revistas antiguas he hallado un artículo que creo interesante y por esto deseo compartirlo aquí, rescatándolo del sueño que ha dormido hasta hoy.

Inolvidable Leopold Stokowski

Por André Kostelanetz

Damas y caballeros elegantemente vestidos se habían congregado en el Metropolitan Opera de Nueva York para asistir a la reposición de Turandot, de Puccini. Reinaba gran expectación. Los principales intérpretes eran las sopranos Birgit Nilsson y Anna Moffo y el tenor Franco Corelli. Y mi amigo Leopold Stokowski iba a dirigir por primera vez en aquel famoso escenario.

Las luces se atenuaron lentamente y Stokowski salió a ocupar su puesto apoyado en un par de muletas. El auditorio rompió a aplaudir, el maestro llegó al estrado y se volvió hacia el público para agradecer las entusiastas aclamaciones. Inmediatamente, entregó las muletas a su ayudante y tomó asiento sobre un alto taburete.

Aún me parece verlo, aquella noche de febrero de 1961. La impresión que habían causado las muletas se desvaneció a medida que Stokowski extendía los brazos con vigor, suave y urgentemente, y de la orquesta salían las gloriosas notas de aquel drama lírico. La música tiene la virtud de hacer brotar ocultas fuentes de vitalidad y de entusiasmo. Y esa noche prestó a Stokowski , que entonces contaba 78 años de edad, la energía y el entusiasmo de un joven.
Al acabar la representación fui a los vestuarios con el propósito de felicitarle por su magnífica ejecución. El se limitó a decir: ¡Qué música tan hermosa! Yo no podía dejar de pensar en el gran valor y la enorme voluntad que había desplegado. En diciembre se había fracturado la cabeza del fémur en su apartamento. Después de haberse sometido a una operación quirúrgica, en vez de cancelar la representación en el Metropolitan Opera, se pasó todo el tiempo que permaneció en el hospital estudiando una y otra vez la partitura de Puccini. Para Stokowski nada era imposible.

Figura rutilante.

Durante toda su vida, Leopold Stokowski fue brillante e imprevisible: siempre hizo las cosas a su manera. En su juventud fue un hombre de elevada estatura y bien parecido. Se le conocía como "el joven astro de la batuta". Un día, al marcar un movimiento especialmente enérgico, la batuta se le rompió. A partir de entonces sólo usó las manos, que convirtió en largos y expresivos "instrumentos" que junto a sus dorados cabellos y a sus ojos de color azul porcelana, fueron su distintivo personal.

En 1912, a la edad de treinta años, ocupó la dirección de la Orquesta Sinfónica de Filadelfia, hasta entonces un conjunto mediocre, y en menos de diez años la convirtió en una de las grandes orquestas de la historia.
Mucho se ha escrito de la habilidad de Stokowski para dotar a la orquesta que dirigía de un sonido caracerístico y exuberante, henchido de energía y de ardor. Pero la grandeza de Stokowski se puede explicar con una sola palabra: genio. Cierta vez, al ensayar con la orquesta La Consagración de la Primavera, de Stravinsky, mandó parar a los músicos durante un pasaje. No he oído el cuarto trombón, declaró. Y era cierto. El encargado de las partituras se había olvidado de sacar la del cuarto trombón y éste tocaba la del tercero.

Aventurero
Leopold y yo vivimos durante doce años en el mismo edificio. Los balcones de nuestros pisos quedaban contiguos y desde ellos conversábamos con frecuencia. No era un hombre abierto, pero tampoco frío. Le disgustaba la charla ociosa y el chismorreo. Prefería hablar de compositores, de artistas, de ejecutantes y de orquestas.

La hermosa ciudad de Filadelfia es el mayor centro histórico, cultural y artístico en los Estados Unidos

Una vez discutíamos sobre el arte de la composición y comentó: "Te diré que la más hermosa de las bellas artes es vivir". Y, efectivamente, su vida fue una encarnación fiel de su filosofía. Sentía interés por todo, desde la política hasta la electrónica. Fue un auténtico aventurero, animado de una curiosidad insaciable y de una constante disposición a probar todo lo nuevo.

En una época en la que el público sólo esperaba oir los tradicionales compases de un Bach, un Mozart, un Beethoven y otros maestros consagrados, Stokowski insistía en dar a conocer obras de nuevos compositores. Solía decir: "El apego a la tradición, es una forma de pereza". Actualmente son ya parte del repertorio sinfónico normal alrededor de cien composiciones que Stokowski fue el primero en dar a conocer a sus públicos. Esta labor de precursor le convirtió en el personaje más controvertido e interesante de los medios musicales. Los públicos de Leopold no siempre supieron apreciar sus esfuerzos. En 1919 presentó ante los melómanos de Filadelfia el Poema del éxtasis de Aleksandr Scriabin; muchos de los oyentes se levantaron y abandonaron la sala. Fue él quien en 1922, estrenó en los Estados Unidos La consagración de la primavera de Stravinsky. Leopold, quien desde el principio de su carrera adquirió la costumbre de dirigirse al público antes de un concierto, dijo entonces a los asistentes: "Con franqueza, no creo que esto les guste a ustedes al escucharlo por primera vez". Y así fue, en efecto.


El interés que mi amigo mostraba por las obras nuevas era equiparable al que sentía por la juventud. A principios del decenio de 1920, fue el primer director de fama en ofrecer conciertos periódicos para los chicos menores de doce años, que salían encantados con su sencillez y buen humor. Cuando presentó El carnaval de los animales, de Saint-Saëns, llevó al escenario bestias vivas, entre ellas crías de elefante. Cuando dirigió Pedro y el lobo de Prokofiev, un perro enorme ocupó el lugar del lobo.

Durante mucho tiempo soñó con integrar una orquesta sinfónica de jóvenes músicos estadounidenses. En 1940, pocos años después de haber dejado la dirección de la Orquesta Sinfónica de Filadelfia, su sueño se convirtió en realidad al fundar la Orquesta Juvenil Norteamericana. Años después, Leopold organizó (y ayudó a sufragar los gastos con sus propios recursos) la Orquesta Sinfónica Norteamericana, para ofrecer a los jóvenes, especialmente a mujeres y a músicos de raza negra, la oportunidad de tocar. Todavía hoy, cuando dirijo una orquesta, me encuentro a menudo con músicos graduados de la Orquesta Norteamericana, algunos de los cuales se ha convertido en destacados maestros.

Finaliza en el próximo capítulo.


"Preludio a la siesta de un fauno", de Claude Debussy.

Leopold Stokowski ,a los 90 años, dirige la Orquesta Sinfónica de Londres.
Grabación 14-06-1972 en el Royal Festival hall.

Directores famosos: Leopold Stokowski ( 2 )

La Orquesta Sinfónica de Filadelfia

Sensacional fantasía

Stokowski dirigió durante más de sesenta años, más de siete mil conciertos. Su larga carrera musical comenzó en 1882, en Londres donde nació, hijo de padre polaco y madre irlandesa, ninguno de los cuales era músico de profesión. Fue un niño prodigio, que tocaba el violín, el piano y el órgano (y que adquirió un curioso acento europeo que tanto irritaría a sus detractores años después). Su primer empleo de importancia fue el de organista de la iglesia de Saint James, en Picadilly y en 1905 le invitaron a desempeñar el cargo de organista y director del coro en la iglesia de Saint Bartholomew de Nueva York. En 1909, cuando tenía veintisiete años, fue nombrado director de la Orquesta Sinfónica de Cincinnati, de la cual pasó, tres años después, a dirigir la de Filadelfia.

Leopold Stokowski en 1909

Desde el principio le gustó experimentar con la colocación de la orquesta, buscando siempre mejorar el sonido. Si bien la tradición requería que los primeros violines se colocaran a la izquierda del director y los segundos a su derecha, Stokowski dispuso a todos los violines a su izquierda, a las violas en el centro y a los violonchelos a la derecha, colocación que siguen actualmente la mayoría de las orquestas. Prescindió de la uniformidad del movimiento de los arcos de los violines, sabedor de que la fuerza de la muñeca varía de un ejecutante a otro y de que, a fin de obtener de las cuerdas el tono más rico, cada violinista debe atacarlas como considere mejor. Asimismo, animaba a los profesores de la sección de instrumentos de viento a respirar cuando quisieran. No le importaba, decía, cómo produjeran la música. Lo importante era que resultase hermosa.

Stokowski fue el primero que supo apreciar plenamente las posibilidades de la radio para aumentar el número de oyentes de música de concierto. La Orquesta Sinfónica de Filadelfia, dirigida por él, fue en 1929 la primera orquesta clásica que se escuchó por la radio comercial. Leopold hizo estudios en los Laboratorios Bell y en poco tiempo llegó a ser un perito en radiofonía, en grabaciones fonográficas y en acustica. Recuerdo que, cuando se acababa de construir el Philharmonic Hall (después llamado Avery Fisher Hall) en la ciudad de Nueva York, invitaron a muchos importantes directores de orquesta a visitarlo y poner a prueba su acústica. Tras dirigir los primeros compases, levantó la mirada al techo y comentó: "Me invitaron demasiado tarde". Y abandonó la sala, con la certeza de que sería necesario rehacer el auditorio. (En 1976 hubo de ser reconstruído y hoy tiene excelente acústica).


Vista de noche de los rascacielos de Filadelfia

También fue Stokowski el primer director de orquesta que hizo sus pinitos en el cine. Su más famosa película fue Fantasía de Walt Disney, en la cual aparecía el maestro estrechando la mano del ratoncito Mickey y con la que llevó a millones de personas algunas de las más bellas páginas de Bach, Beethoven, Schubert, Mussorgsky, Tchaikovsky y Stravinsky. En ella se emplearon dieciocho canales de sonido independientes, sistema precursor de la actual estereofonía.

Fantasía causó gran sensación al ser estrenada, en parte porque Stokowski había introducido algunos cambios en las partituras. En realidad eran los puristas quienes le censuraban tales intromisiones. Alguna vez le pregunté la razón de una variante que había introducido en el final de cierta partitura y me contestó: "Estoy seguro de que el compositor lo hubiera preferido así".

Personalidad susceptible.
En Filadelfia el público le idolatraba. A veces, sin embargo, tenía difiultades con las señoras que atestaban la sala en sus conciertos de los viernes por la tarde, pues se ponían a hacer labores de punto y a charlar durante la ejecución de las obras que no eran de su agrado. Stokowski les reprochaba su conducta descortés y en una ocasión abandonó el estrado. En cambio los apláusos nunca le disgustaban, ni siquiera cuando estallaban inoportunamente. En una ocasión, parte del público empezó a aplaudir al finalizar el primer movimiento creyendo que la obra había acabado. Algunas personas sisearon a quienes aplaudían, pero Leopold se volvió y les advirtió: "No, no. No deben sisear, si a alguien le gusta cualquier pasaje, justo es que demuestre su aprobación. A los ejecutantes, nos complace el aplauso".

Cuando se habla de Leopold Stokowski suele haber referencias a su egolatría y a su deseo de llamar la atención. Cualquier cosa que hiciera solía ser motivo de habladurías, sin exceptuar sus matrimonios. Su primera esposa, Olga Samaroff, era una pianista distinguida; la segunda Evangeline Brewster Johnson, heredera de una gran fortuna. En 1945 cuando tenía 63 años, se casó por tercera vez, con Gloria Vanderbilt, de veintiuno. Entre un matrimonio y otro, se le relacionaba románticamente con muchas mujeres de fama, entre ellas Greta Garbo.

Pero lo que provocaba los más vivos comentarios era su proceder como director de orquesta. La gente asistía a los conciertos de Stokowski no sólo para oir las interpretaciones, sino para ser testigo de sus muchas ocurrencias. En cierta ocasión dirigió en la semioscuridad, convencido de que la luz distraía la atención de los oyentes.Los profesores de la orquesta, a quienes sólo habían proporcionado una lámpara diminuta colocada en los atriles respectivos, leían la música con dificultad. En cambio, la cabeza y las manos de Stokowski estaban profusamente iluminadas. Algunos pensaron que tan absurda iluminación pretendía fijar la atención de los espectadores en el maestro, pero él explicó más tarde que aquella luz era necesaria para que los profesores pudieran seguir los movimientos de sus manos y las expresiones de su rostro.



Leopold Stokowski tuvo un romance con "La divina" Greta Garbo

A pesar de todo lo que se decía de la egolatría y la teatralidad de Stokowski, el maestro era un hombre muy considerado. Cuando contrataba a algún solista para un concierto, solía pedirle que propusiera cinco obras para, de ellas, elegir una. Leopold montaba entonces el resto del programa alrededor de dicha composición. Cuando probaba a algún joven músico con vistas a un posible contrato, nunca olvidaba que podía ponerse nervioso. Con frecuencia le interrumpía haciéndole alguna recomendación y le pedía que volviera a empezar.

Siempre que conversé con él evitaba hablar del pasado. Solía decirme: "No me preguntes acerca de por qué ocurrió esto o aquello, pregúntame acerca del futuro". Al morir, en septiembre de 1977, víctima de un ataque al corazón a la edad de 95 años, estaba trazando planes. Acababa de firmar un contrato con la empresa Columbia Records para grabar cuatro discos cada año hasta 1982, cuando Leopold Stokowski cumpliría exactamente cien años.

Fuente en una plaza de Filadelfia

André Kostelanetz, autor de este artículo fue también famoso director y creador de su propia orquesta, muy famosa en su época. Escribió este artículo después de fallecer Stokowski y se publicó en 1980.
Los vídeos de Stokowski en los que se le puede ver en directo son bastante antiguos y de poca calidad, otros no son insertables. Hemos hecho una selección de los que creemos nos pueden dar mejor idea de su estilo de dirigir. Stokowski tocó prácticamente a todos los compositores, desde Bach a los más modernos. Sus grabaciones discográficas también son muy abundantes.