Inmediatamente, el rey mandó que el pregonero divulgase la orden de marcha. Los soldados salieron con sus tiendas fuera de la ciudad. El rey marchó también, se ocultó en su tienda y dijo a sus jóvenes esclavos: "¡Que nadie entre!" Luego se disfrazó, salió a hurtadillas y se dirigió al palacio. Llegó a los aposentos de su hermano, y se asomó a la ventana que daba al jardín. Apenas había pasado una hora, cuando salieron las esclavas, rodeando a su señora, y tras ellas los esclavos. E hicieron cuanto había contado Schahzaman.
En este momento empieza la acción del ballet Scherezade. El Rey Schahzaman ha relatado sus cuitas a su hermano. Ambos traman una celada. Mandan que los cuernos de caza anuncien la partida de una alegre y vistosa comitiva.
Aparecen las mujeres de Schahriar. Las más hermosas favoritas del harem solicitan sus favores, pero Schahriar decide partir, sin hacer caso de las mujeres, que quedan solas en escena.
Esperan a que el sonido de los cuernos de caza se pierdan a lo lejos. Entonces la favorita va en busca del jefe de los eunucos y le pide que abra la puerta del jardín. Él se resiste, pues tal cosa es contraria a su deber, pero finalmente cede a las súplicas de las mujeres.
El jefe de los eunucos ha abierto la puerta y los esclavos negros, amantes de las mujeres del harem, penetran en la estancia. Aparecen cubiertos de llamativos vestidos de cobre y plata. Al frente de ellos marcha, vestido con ropa de oro, el joven negro que es el predilecto de la reina.
Trancurre la noche en una espectacular orgía. La música de Scherezade describe gráficamente el ambiente cálido y violento. Los criados llevan bandejas cargadas de fruta, las odaliscas vino e incienso; las mujeres danzan rítmicamente y los negros también intervienen en la danza. La fiesta aumenta con un torbellino de vestidos espléndidos y de sensuales cuerpos femeninos.
Súbitamente, se abre la puerta y entra Schahriar. No habla, pero muestra su ira en los gestos. Los esclavos emprenden la huída, pero los soldados de Schahriar, que han rodeado el palacio,los van matando, así como a las mujeres del harem.
La reina queda sola enmedio de la escena rodeada de cuerpos inertes, hasta hace poco llenos de vida y pasión. Se lanza a los pies de Schahriar, implorando su piedad, éste parece dudar, pero Schahzaman, su hermano, le muestra al amante muerto de la reina. A Schahriar se le nublan los ojos y da una órden a un soldado.
Entonces Schahriar experimente una sensación profunda de soledad y cubriéndose la cara con las manos, solloza.
Cae el telón, mientras el final del poema expresa la inconsecuente angustia de lo irreparable.
La historia continúa en Las Mil y una Noches:
"Después, persuadido (El Rey Schariar) de que no existía mujer alguna de cuya fidelidad pudiese estar seguro, resolvió desposarse cada noche con una y hacerla degollar apenas alborease el día siguiente. Así estuvo haciendo durante tres años, y todo eran lamentos y voces de horror. Los hombres huían con las hijas que les quedaban.
En esta situación, el rey mandó al visir que, como de costumbre, le trajese una joven. El visir, por más que buscó, no pudo encontrar ninguna, y regresó muy triste a su casa, con el alma transida de miedo ante el furor del rey.
Pero este visir tenía dos hijas de gran hermosura, que poseían todos los encantos, todas las perfecciones y eran de una delicadeza exquisita. La mayor se llamaba Schahrazada, y el nombre de la menor era Doniazada.
Al ver a su padre,la mayor le habló así: "Por qué te veo tan cambiado, soportando un peso abrumador de pesadumbres y aflicciones?... Sabe, padre, que el poeta dice: "¡Oh tú, que te apenas, consuélate! Nada es duradero, toda alegría se desvanece y todo pesar se olvida."
Cuando oyó estas palabras el visir, contó a su hija cuanto había ocurrido desde el principio al fin, concerniente al rey. Entonces le dijo Schahrazada: "Por Alah, padre, cásame con el rey, porque si no me mata seré la causa del rescate de las hijas de los musulmanes y podré salvarlas de entre las manos del rey." Entonces el visir contestó: "¡Por Alah sobre ti! No te expongas nunca a tal peligro." Pero Schahrazada repuso: "Es imprescindible que así lo haga."
"Entonces el visir, sin replicar nada, mandó que preparasen el ajuar de su hija, y marchó a comunicar la nueva al rey Schahríar.
Fue a buscarla después el visir, y se dirigió con ella hacia la morada del rey. El rey se alegró muchísimo al ver a Schahrazada, y preguntó a su padre: "¿Es ésta lo que yo necesito?" Y el visir dijo respetuosamente: "Sí, lo es."
Pero cuando el rey quiso acercarse a la joven, ésta se echó a llorar. Y el rey le dijo: "¿Qué te pasa?" Y ella contestó: "¡Oh rey poderoso, tengo una hermanita, de la cual quisiera despedirme!" El rey mandó buscar a la hermana, y vino Doniazada.
Después empezaron a conversar, Doniazada dijo entonces a Schahrazada: "¡Hermana, por Alah sobre ti! cuéntanos una historia que nos haga pasar la noche." Y Schahrazada contestó: "De buena gana, y como un debido homenaje, si es que me lo permite este rey tan generoso, dotado de tan buenas maneras." El rey, al oír estas palabras, como no tuviese ningún sueño, se prestó de buen grado a escuchar la narración de Schahrazada".
Y durante mil y una noches Scherezade supo mantener el interés del Rey en sus relatos, en ese tiempo tuvo tres hijos con él y finalmente el soberano le perdonó la vida volviendo a confiar en una mujer.
Nijinsky e Ida Rubinstein en "Scherezade"
Ida Rubinstein interpretó el papel de la reina infiel y Vatzlav Nijinsky fue el esclavo de oro, interpretación con la que obtuvo nuevamente un éxito sensacional. Sus saltos de tigre, su barbarie, evocaban de una manera perfecta el personaje. Entraba de un brinco en escena, como un soberbio animal, se abalanzaba sobre su víctima y arrastrándola consigo realizaba las más alocadas contorsiones.
Scherezade fue sin duda alguna la obra maestra de Bakst. Nunca llegó a expresar tan firmemente sus ideas creadoras como en esta obra, rebasando todo cuanto había producido hasta entonces, gracias a un increíble lujo de colores.
Bakst no utilizó ninguna clase de soporte para los decorados. Todo era pintado, y el color se bastaba para producir una impresión de relieve. En las paredes y el techo del harem se enlazaban motivos de color verde y violeta, surgidos de un tapiz algo más vivo que el rosa, en una mezcla tentadora del más puro cariz oriental.
Todo el conjunto de colores ofrecía una impresión que hablaba a los sentidos y que produjo el efecto inmediato de sumir a los espectadores en un estado de asombro y fascinación.
Sobre el fondo azul destacábanse tres inmensas puertas de plata, de bronce y de azul dorado. Colgaban del techo unas enormes lámparas de Arabia, y todo el escenario aparecía cubierto de grandes almohadones. Los vestidos de Scherezade estaban confecconados de acuerdo con un purísimo estilo persa, y lucían con los más vistosos colores del arte oriental.
Scherezade proporcionó un éxito definitivo a los Ballets Rusos. Desde entonces se convirtió en una pieza imprescindible en el repertorio de cualquier compañía importante de ballet.
Vídeo con un fragmento del ballet "Scherezade"
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