Por lo general suele olvidarse que Chopín, como pianista, fue virtualmente autodidacta. Es cierto que, de niño, tomó algunas lecciones elementales de Adalbert Zywny, un violinista varsoviés, pero que no pasaron de lo puramente formal y pronto fueron suspendidas. Sus principales estudios de composición los realizó con Josef Elsner, aunque su formación pianística corrió a cargo del propio Chopín, y lo hizo con tal aptitud que a los veinte años era ya un pianista plenamente formado.
Los Doce estudios opus 10 (1829-32) fueron iniciados a la edad de diecinueve años y con la única intención de plantearse nuevos problemas técnicos; sin embargo, la inspiración que los acompaña trasciende de unos meros ejercicíos, para convertirlos en piezas musicales que nos admiran y deleitan.
Cuando contaba 20 años Chopín abandonó Polonia. Su intención, en principio, era realizar una gira por Europa para imponerse en el extranjero y volver después a su país, pero jamás volvió. Inmediatamente después de su salida se inició la revolución polaca que fue brutalmente reprimida por los rusos.
Fuera de su tierra natal, Chopín viajó a Viena, Praga y Stuttgart, en esta última se enteró de la caída de Varsovia. Se dice que este hecho lo afectó profundamente, inspirándole el estudio opus 10, nº 12, Revolucionario. Más por casualidad que por firme propósito, viajó a París en el otoño de 1831, y su destino fue quedarse allí para el resto de su corta vida.
París en 1831, estaba lleno de compositores-pianistas que se disputaban la supremacía jerárquico-pianística. Kalkbrenner, Herz, Pixis, Dreyschock y Thalberg vivían y trabajaban en la capital francesa. Todos estaban obsesionados con la técnica e incluso algunos se especializaban en algún que otro aspecto específico.
Lo que distinguía a Chopín de esta escuela era, precisamente, que carecía de interés en la técnica como fin en sí misma, característica que jamás habría poseído si él, como los demás, hubiese tenido una educación pianística formal.
Mientras los "gladiadores del piano" luchaban en la arena de los salones de conciertos, Chopín asentaba tranquilamente su instrumento componiento la segunda serie de Doce Estudios, opus 25 (1832-36) que, como la primera, ha dominado el repertorio desde entonces.
Las manos de Chopín eran pequeñas pero muy flexibles. Heine quedó asombrado al observar su engañosa extensión, "como las fauces de una serpiente que súbitamente las abre para tragarse a su presa". El Estudio en Do mayor, opus 10, demuestra que Chopín podía abarcar las décimas sin mucho esfuerzo; de hecho, los Estudios como un todo nos dan plena idea de su técnica. También abogaba por el uso no restringido del pulgar para las negras, procedimiento que los pedagogos de la época desaprobaban.
Utilizaba un "dedo fijo" para una nota cantabile y adoptó los procedimientos favoritos de los organistas de "sustitución de dedos" para sostener las melodías. Chopín era igualmente partidario de un taburete bajo, más normal que el taburete alto adoptado por los virtuosos a quienes gustaba atacar desde una gran altura. Pero sobre todo es notorio su "tumultuosos juego de pedales", cuya vibración contínua del pedal sostenido explica el color particular y la claridad inhabitual con que estaban impegnadas las obras que interpretaba.
Reaccionó duramente contra la llamada "igualación de dedos" hecha por Czerny y Clementi, manteniendo que cada dedo tiene características individuales. "El tercer dedo", diría a sus alumnos, "es un gran cantante" y ejecutaría frases enteras con este dedo . Una vez trató de escribir un método para piano, pero no llegó a más de meros esquemas, no le interesaba nada la pedantería.
Los Estudios no sólo representan un paso hacia adelante en la técnica de Chopín, sino un avance total en el piano mismo. Son piedra de toque en el desarrollo de la técnica pianística.
Cuando el crítico musical Rellstab conoció esta obra advirtió en tono sarcástico a los pianistas que tuviesen siempre de lante un cirujano cuando ensayasen.
Sin embargo, los Estudios de Chopín se hallan entre los pocos elegidos que han superado el difícil traslado del estudio a la sala de conciertos. La razón es simple: son más que grandes estudios, son gran música.
Mas información sobre los Estudios de Chopín en Wikipedia
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