12 agosto 2013
Dvořák, En el reino de la Naturaleza (In Nature's Realm)
Próximo a cumplir los cincuenta años, Antonin Dvorák era ya un admirado y reconocido compositor tanto en su pais, como en buena parte de Europa y Reino Unido. En 1889, le había sido otorgada la Orden de la Cruz de Hierro por el emperador Francisco José I. En 1890, estuvo en San Petersburgo y Moscú ejecutando sus propias obras, después de recibir una invitación de Tchaikovsky para visitar Rusia.
Al año siguiente recibió el doctorado “honoris causa” por la Universidad de Praga, y un sillón en la Academia de Ciencias y Bellas Artes de Checoslovaquia y de Berlín. Sin embargo, todo aquel reconocimiento no se correspondía con los ingresos que le llegaban de los editores y la ejecución de sus composiciones y Dvorák tuvo que aceptar un puesto en la Conservatorio de Praga como profesor de composición e instrumentación.
En el reino de la Naturaleza fue compuesta entre el 31 de marzo y el 8 de julio de 1891 y dedicada a la Universidad de Cambridge, que lo había honrado con un nuevo doctorado el 16 de junio del mismo año. La obra, en principio, no era propiamente una obertura sino que formaba parte de un conjunto de tres piezas sinfónicas titulado Naturaleza, Vida y Amor, unidas por un hermoso tema lánguido que representa la naturaleza. Más adelante Dvorák accedió a que se publicaran por separado como En el reino de la Naturaleza, Carnaval y Otelo sin imaginar que la segunda se convertiría inmediatamente en la gran favorita del público, en detrimento de las otras dos.
Fueron las últimas obras que el compositor escribió antes de su gran aventura en el Nuevo Mundo. Se estrenaron en un concierto de despedida en Praga el 28 de abril de 1892, y tres semanas después Antonín Dvořák, su esposa y sus dos hijos se mudaron a Nueva York.
Jeannette Thurber, una rica dama de la alta sociedad de Nueva York, había fundado el Conservatorio de Música de la ciudad y estaba buscando un compositor de reconocido prestigio para dar más categoría a la institución. Escribió a Dvorák ofreciéndole el puesto de director, con un salario anual de 15.000 dólares, cantidad asombrosa para la época y éste respondió afirmativamente. Pero no fue sólo el incentivo económico y un cargo importante lo que motivó al compositor, Dvorák había viajado bastante por Europa y deseaba conocer un nuevo país, sus gentes y sobre todo descubrir la auténtica música americana.
A las pocas semanas de su llegada a Nueva York, Dvorák dirigió un concierto en el que llegaría a ser famoso Carnegie Hall, inaugurado hacía poco más de un año. Se incluyó En el reino de la Naturaleza y las dos oberturas Carnaval y Otelo, porque, como él escribió a su editor en Praga, "creo que son mis mejores obras orquestales". The New York Times comentó que las obras poseían más bién el carácter de piezas sinfónicas descriptivas y llamaron a la primera parte del tríptico, la conocida como In Nature's realm especialmente brillante y viril en la melodía y en el tratamiento instrumental.
Más adelante, Dvořák escribió una serie de artículos periodísticos donde reflejaba el estado de la música americana, apoyando la idea que el folklore nativo y el afro-americano se debía utiizar como base para su crecimiento. Durante su estancia en Nueva York, se hizo amigo de Harry Burleigh, que llegaría a ser un importante compositor afro-americano. Dvorák enseñó a Burleigh composición y, a cambio, éste pasaba horas cantándole los tradicionales espirituales americanos.
En el invierno y la primavera de 1893, Dvořák se dedicó a escribir la que sería su obra más famosa: la Sinfonía nº 9 "Del Nuevo Mundo", un encargo de la Orquesta Filarmónica de Nueva York que se estrenó bajo la batuta de Anton Seidl. Aquel verano lo pasó con su familia en la comunidad de habla checa de Spillville, Iowa, a la que algunos de sus primos habían emigrado antes. Allí compuso dos de sus mejores obras de cámara: el Cuarteto de cuerda nº 12 "Americano" y el Quinteto de cuerda en mi menor, y también una Sonatina para violín y piano.
La asistencia de Dvorák a la ejecución de un concierto para violoncelo de Víctor Herbert, despertó en él tal entusiasmo por la combinación de aquel instrumento y la orquesta que decidió a iniciar la composición del "Concierto para violoncelo en si menor", a principios de 1895. Desde entonces, el concierto considerado uno de los mejores y más bellos de su género, capaz de despertar la admiración y envidia de Brahms, no ha cesado de crecer en popularidad entre el público y los intérpretes.
Sin embargo, a pesar de tan notables logros, Dvorák sentía una profunda nostalgia de su Bohemia natal, a la vez que desde Europa le seguían llegando reconocimientos, entre ellos su nombramiento como miembro honorario de la Gesellschaft der Musikfreunde en Viena. Añadido a los problemas que tenía con Thurber sobre su sueldo, le hizo decidir volver a su pais. Informó a Thurber, que todavía le debía dinero, que se iba. Dvořák y su esposa salieron de Nueva York antes de acabar la primavera de 1895, justo tres años después de su llegada, sin ninguna intención de regresar.
Aunque las tres oberturas op. 91, 92 y 93, reflejan profunda reverencia de Dvořák por la naturaleza, En el reino de la Naturaleza se asemeja lo más cerca posible a la pintura de un paisaje en su riqueza de colores, la evocación del lugar, y un gran despliegue de vistas.
Los matices filosóficos de la obertura de Dvorák fueron quizás mejor resumidos por su biógrafo Otakar Sourek: "Profundamente religioso en el sentimiento, por encima de todo veía en la naturaleza la obra insondable de una Voluntad Divina, pero con cierto sentido panteísta también observó como el dador de vida, había creado a la vez lo bello y lo feo ". Por lo tanto, además de la pintura en tono pintoresco, Dvorák también quiso crear matices espirituales.
Toda la composición revela el amor del compositor para su casa en el bosque de abetos de Vysoká, donde donde podía componer en paz, sólo perturbado por los sonidos de la naturaleza que le llegaban desde fuera de su ventana. La obertura está en una forma sonata clásica y se abre con el canto de los pájaros y otros sonidos naturales. Después de un animado tema de la danza, el segundo motivo lírico se desarrolla en la mayor, una clave rara vez utilizada de esta manera por Dvorák. El epílogo cuenta con una pentatónica coral como motivo basado en el himmo checo. La obertura tiene muchas características que la sitúan en la larga tradición iniciada por sinfonía "Pastoral" de Beethoven, pero la inclusión del motivo del himno puede considerarse una característica bastante individual.
Las pinturas reproducidas (excepto el retrato de Dvorák)son de Isaak Levitan.
Escuchemos esta preciosa obertura en un vídeo de You-tube.
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