Blanco está el árbol que asiento
te da glacial a sus pies,
y escuchas gemir el viento,
y en el cielo ceniciento
pardas nubes pasar ves.
Todo está yerto y helado;
monte y valle, selva y prado;
y con mortal desazón,
ves al invierno albergado
en tu propio corazón.
De pronto, el ramaje mueve
sobre ti el árbol, llueve
ráfagas alabastrinas,
y tú, que son imaginas
copos de escarcha y de nieve.
Pero, a los pocos instantes,
ves con risueños asombros,
que son pétalos fragantes
los que dispersos y errantes
cayeron sobre tus hombros.
¡Oh prodigio halagador!
Diciembre truécase en Mayo,
la nieve cámbiase en flor,
y tu corazón a un rayo
se abre otra vez, del amor
Reverdece la pradera
al soplo de blanda brisa,
y el sol en la azul esfera
dice, con dulce sonrisa:
-«¡Bienvenida, oh Primavera!»
Heinrich Heine, Nueva Primavera (1831)
Félix Mendelssohn, Canción de Primavera
(Lieder ohne Worte, opus 62, nº 6)
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