Vier Gesänge, op. 33, fueron los primeros lieder para voz y orquesta que escribió Richard Strauss. Creados entre 1896 y 1897 notamos que el título dice Gesänge (cantos) y no Lieder (canciones), como sus obras anteriores, lo que ya nos indica que se trata de poemas mas largos de lo que solía ser habitual, con una expresión literaria y musical más profunda. Escritos para tesituras vocales diferentes, los cuatro op. 33 raramente se interpretan o se graban en conjunto, al contrario de los conocidísimos Vier Letzte Lieder.
Cuando Richard Strauss terminó de componer sus Vier Gesange Op. 33, tenía 33 años y había publicado 11 grupos de lieder para voz y piano. Pero la serie Op. 33 fue su primer conjunto de canciones concebidas y ejecutadas para voz y orquesta. Con Don Juan, Tod und Verklärung (Muerte y transfiguración) y la recién terminada Also sprach Zarathustra (Así hablaba Zarathustra) en su haber, Strauss era un maestro del estilo orquestal moderno y con su primera ópera Guntram estrenada en 1894, también era claramente un maestro de la lírica wagneriana.
La Op. 33 fusiona la canción de arte íntimo con el poema tonal y la escena dramática del romanticismo tardío en un todo sin fisuras, y el resultado es un conjunto de canciones cuyas melodías íntimas pero emocionales son ardientes y extáticas, cuyas armonías son sensuales y suntuosas, con las orquestaciones exuberantes y opulentas. Igual de importante, las canciones también fusionan lo sexual y lo espiritual, sus efusiones son apasionadas tanto sensuales como sublimes.
Las tres primeras canciones: Verführung (Seducción) con un texto de John Henry Mackay, Gesang der Apollopriesterin (Canción de la sacerdotisa de Apolo) con un texto de Emanuel von Bodman e Hymnus (Himno) con un texto atribuido a Friedrich von Schiller, fueron compuestas en 1896, mientras que Pilgers Morgenlied - An Lila (Canción de la mañana del peregrino) con un texto de Johann Wolfgang von Goethe fue compuesta en 1897.Cada canción está enteramente creada con un desarrollo dinámico motivador y temático que toma el lugar de las formas estróficas estáticas. James Leonard.
El Parnaso, en Grecia, montaña cortada por profundas gargantas inaccesibles, se consideró desde los tiempos más remotos la sede de las Musas. La leyenda y la mitología cuentan que en el monte Parnaso se reunían las musas, diosas menores del canto y la poesía, junto con las ninfas de las fuentes, llamadas náyades. En estas reuniones, Apolo tocaba la lira y las divinidades cantaban. De las rocas de la montaña brotaban varios manantiales que formaban distintas fuentes. Una de las más conocidas y más antiguas era la fuente Castalia, rodeada de un bosque de laureles consagrados a este mismo dios.En las aguas de este manantial tenían que bañarse los peregrinos, en un rito de purificación, antes de acceder al templo para consultar el oráculo de Apolo.
Apolo, en la mitología griega, era uno de los doce dioses principales del Olimpo. Se le representaba como un hombre joven de figura bella y perfecta, llevando un arco y flechas. Era temido por otros dioses por su poder y atribuciones muy amplias, a la vez que uno de los más venerados en la Antigüedad clásica. Apolo era el dios de la armonía, del equilibrio y la razón, de la música y la poesía, de la protección contra fuerzas malignas, aunque en ocasiones él mismo castigase con dureza.
En la vertiente oriental del macizo del Parnaso, en el valle de Pleisto a 700 metros sobre el nivel del mar, se construyó un gran recinto sagrado dedicado al dios Apolo. Tenía calles, pequeños monumentos que albergaban tesoros votivos, un teatro clásico, un pequeño bosque y en el centro se alzaba el templo de Apolo de estilo dórico periptero, edificado en el siglo IV a.C. sobre las ruinas de otros dos anteriores y atribuído a los arquitectos Trofonio y Agamedes. En el fondo del templo se hallaba el famoso oráculo de Delfos, al cual acudían tanto reyes y nobles como gente del pueblo a escuchar las profecias que la Pitia o Sibila emitía sentada en una silla trípode sobre una roca misteriosa.
El templo de Apolo, reconstrucción virtual |
Gesang der Apollopriesterin, op 33, nº 2 (Canción de la sacerdotisa de Apolo) fue escrita entre el 7 de julio y finales de septiembre de 1896. Richard Strauss la estrenó el 6 de diciembre de aquel mismo año, en un concerto que dirigio en el Théatre de la Monnaie de Bruselas con la famosa en aquella época, soprano Milka Termina. El poema es de Emmanuel von Bodmann, y la canción se caracteriza por su solemnidad
Este es el día en el que toda la pena se olvida.
Vosotras hermanas, escuchad: el santificado está cerca.
Lo anuncia el rumor de los cipreses,
y nuestro deber nos hace señales, allí, ante nosotras.
Hacemos resonar para él nuestro sombrío canto,
porque su hermoso sol caiga como un rocío,
nos movemos en torno a la columnata de su templo blanco,
y cada una de nosotras va arreglada como una novia.
Mirad, allí abajo, donde corren los frescos arroyos,
allí, hoy, pasean hombres y mujeres desnudos;
felices, beben de la fragancia y los sonidos de las praderas,
y todos miran hacia el cielo azul.
Y todos se alegran y cosechan
las grandes flores de alegría de este mundo.
Nosotras sin embargo, nos queremos inclinar ante el fruto
que cae, dorado, entre el sueño y el despertar.
Lo llevaremos en una bandeja de plata
hacia el templo, entre la lanza y el escudo.
Nos arrodillaremos: esparce tu perfume, oh fruto,
y refulge para el pueblo su glorificada imagen!
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